miércoles, 17 de agosto de 2016

Fuerza de Objetivo!

Lo primero que vi al abrir los ojos fueron las estrellas y el humo. Me sentía confusa, sin entender dónde estaba, ni lo que pasaba, y durante unos minutos solo pude permanecer así.
Escuché ruidos a mi derecha, como si alguien estuviera removiendo piedras. Intenté girar la cabeza, pero al principio parecía pesarme demasiado, y para cuando conseguí hacerlo, el ruido había cesado.
Poco a poco, fui consciente de lo que me rodeaba. Había gente a lo lejos, moviendo cuerpos hasta hacer una pila, a mi derecha alguien corrió con prisa, cerca de donde me encontraba un draenei se inclinaba para tomar el pulso a un joven con armadura de soldado, negando con la cabeza al no hallar lo que buscaba...draenei...todo me vino a la cabeza de golpe. Silas, el paladín, los infernales, la abominación del final...la explosión oscura.
Miré a mi alrededor con más lucidez que antes. Tenía algunos escombros por encima, que parecían haberme caído del propio muro donde chocara. Estaba en una posición extraña, medio sentada con el costado contra una roca de tamaño medio, parte de la espalda y la cabeza pegadas a la pared y sobre el tobillo derecho, cuyo dolor podía sentir bastante, reposaba un trozo de...pierna.
Tragué con fuerza.
Intenté incorporarme, dejando que las pequeñas piedras que estaban sobre mi cayeran al suelo. Apoyé el pie izquierdo y me impulsé...sufriendo uno de los peores mareos que he sufrido en toda mi vida. Me dejé caer de nuevo, pero seguía demasiado pegada a la pared y la parte posterior de mi cabeza friccionó con el muro, como si de una lija se tratara, haciendo que lanzara un chillido de puro dolor. Bajé la cabeza hacia delante, apretando los dientes y respirando con fuerza. Dioses, me dolía más que nada, el tobillo ya no existía en comparación con eso.
Respiré hondo, no podía quedarme ahí. Debía volver al granero, prepararme para la siguiente batalla, recuperar fuerzas. Tenía que salir de ahí.
Me giré como pude hacia el muro, mientras mi respiración no parecía querer calmarse. Sentía la sangre descender por mi cuello, pero no podía pensar en eso. Tenía que hacer como antes, olvidar el dolor, que era pasajero e insignificante, y centrarme en mi objetivo.
Apoyándome siempre en la pierna izquierda, con las manos en la fría piedra manchada con mi sangre, logré incorporarme del todo. Despacio, muy despacio, pues con cada movimiento que hacía mi cuerpo parecía aullar de dolor. Había otra cosa más que no había notado antes. Al respirar, me dolía demasiado el costado derecho. Posiblemente tendría alguna costilla rota por al caída, tal vez incluso una hemorragia interna…
No, ese no era el momento para pensar en eso. Primero el granero, y luego lo demás, paso a paso. Busqué por el suelo algo que pudiera ayudarme a avanzar. Había una madera algo fina, no muy lejos, pero estaba en plena bajada y tal vez no pudiera agacharme sin que el daño fuera peor. Una lanza, había una lanza clavada en...algo. Fui hasta allí. Otro chillido escapó de mis labios con el primer paso.
Si, me había hecho demasiado débil en estos meses, no tenía razón cuando…
Paré de pronto. No, no podía seguir esa línea de pensamientos, porque...no, no podía hacerlo. La lanza, tenía que centrarme en la lanza e ignorar la humedad que comenzaba a sentir en mis ojos. La lanza, solo importaba la lanza.
Cada paso era agónico, pero el dolor traía lucidez, aclaraba mi mente porque centraba todo en eso.
Conseguí alcanzarla, y tras varios intentos, pude sacarla del amasijo de carne en que estaba clavada. Apreté los dientes con fuerza, reprimiendo cualquier grito por el dolor del movimiento. Le di la vuelta con lentitud, hasta dejar la punta en lo alto y la usé como apoyo precario. La bajada fue lo peor; algo en el costado parecía estar desgarrando mi carne por dentro con cada pequeño paso desnivelado que conseguía dar.
La gente se seguía moviendo por el lugar. No eran muchos, pero tras el caos de la batalla, la calma de ese momento parecía ser total. Algunos seguían apilando cuerpos, otros cargaban armas...y una humana, que creí reconocer, se encontraba abrazada a un cuerpo, sollozando de forma incontrolable.
Si, ella era la maga del principio. Dejé de mirarla, intentando llegar al fin a la salida de todo aquello. Por un momento me pregunté a quién pertenecería el cuerpo sobre el que lloraba ¿Sería un hermano?¿Un padre?¿Un amigo?¿O…?.
La odiosa humedad volvía a aparecer, nublándome la vista, algo que no podía permitirme.
El granero, el granero era el nuevo objetivo y solo debía centrarme en eso. Tenía que llegar, hacer planes, averiguar cómo podía curarme, porque…
Traspasé lo que quedaba de la muralla, y con un quejido no pude evitar pararme en seco. Cadáveres, cuerpos inertes por todas partes cubrían la lejanía, junto a escombros de materiales desconocidos, restos de demonios y...muerte, la muerte era lo que se respiraba en ese lugar. Como en el interior, habían algunos encargándose de los cuerpos y buscando supervivientes.
Respiré hondo, volviendo a sentir un pinchazo en mi costado e intenté orientarme. Cuando creí saber dónde se encontraba el granero abandonado, fui hacia allí.
El viaje fue largo, doloroso...pero lo peor era no pensar en aquello que me había prohibido. Intenté concentrarme en los libros de medicina que había leído hacía tanto, para hallar el mejor modo de curarme. Me centré en eso como si la vida me fuera en ello, y tal vez, así sería.
Cuando llegué a la entrada del viejo edificio, apenas podía controlar la respiración, y el solo hecho de tenerme en pie requería de todo mi esfuerzo. A mitad del camino había tenido que disminuir aún más el ritmo debido a los mareos, y en ese momento luces y sombras parecían pasarme por delante. Sentía la parte trasera de la armadura empapada, el tobillo apenas lo notaba ya, y respirar era cada vez más difícil.
Trastabillé al pasar la primera pared, cayendo de golpe contra el suelo. El alarido que escapó de mi garganta no habría podido impedirlo de modo alguno.
Abrí la boca, buscando un oxígeno que no llegaba. La oscuridad volvía a envolverme, pero no tenía nada de apacible, todo era dolor.
Escuché un crujido en la entrada, justo cuando terminaba de gritar...giré la cabeza de forma instantánea, y entonces...de nuevo, mi mundo se apagó.


Había alguien a mi lado...el dolor volvía con fuerza, creía que gritaba, pero no podía estar segura.
Alivio, el alivio llegó en algún momento en medio del horror. Sudaba, temblaba...lo sentía, pero apenas podía abrir los ojos unos segundos, y cuando lo hacía todo parecía dar vueltas.
Una figura esquiva se encontraba en la periferia, pero nunca llegaba a verla del todo.
Dolor, un chasquido, luz, oscuridad...de nuevo esa figura...alivio...inconsciencia…


Abrí los ojos despacio. Ya no habían estrellas en lo alto, solo vieja madera. Parpadeé, esperando que la imagen cambiara, pero allí seguían las polvorientas tablas.
Junto a mi escuché un extraño sonido, a mi izquierda, y por un momento pensé en mi Abuela. Era el mismo sonido que se escuchaba a veces, mientras yo dormía y ella hacía sus remedios. Era el sonido de la fricción del mortero, removiendo unas hierbas ya machacadas.
Cerré los ojos, creyéndome en Ocaso, en mi casa, como siempre. En breve me despertarían y tendría que ir a la torre, pero...algo no parecía encajar. El sentimiento no era el mismo; el miedo y resignación usuales parecían verse atenuados por algo mayor, algo que pugnaba por salir.
Urgencia. Alguien me necesitaba, o yo necesitaba a alguien, pero eso era absurdo, no tenía sentido. Yo estaba sola, y nada de lo que tenía era tan importante. Entonces ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué sentía como si tuviera que estar en otro lugar, como si hubiera algo que se me escapara? Necesitaba hallar una explicación a…
Acoremi, ¿Y si no le buscas una explicación y simplemente...confiamos en que el mundo será más fácil el uno al lado del otro...?
Abrí los ojos de golpe, con mi pecho subiendo y bajando a velocidad creciente.
- No…-el recuerdo de esa noche en el balcón, de su risa, de su expresión interrogante, su mano llevando la copa de vino hasta sus labios, las orejas enrojeciéndose, algo que siempre me gustaba...y que jamás vería…”nunca” jamás había tenido tanto significado- No…
Las lágrimas corrían por mi rostro, haciéndome cosquillas en su paso hacia el suelo, cayendo en el pelo enredado bajo mi cabeza...una mano se posó sobre mi brazo izquierdo, mientras una calmada voz hablaba.
- Shhh, aún estás muy débil.
Giré mi rostro hacia la figura que reposaba a mi lado, mirándome con brillantes ojos. La luz de una vela, situada demasiado cerca, me impedía verla bien.
- ¿Dónde estamos?¿Qué ha pasado?
- Estás a salvo, por el momento. Llevas dos días inconsciente
- ¿Dos…?
Intenté incorporarme, pero el mareo hizo presa de mi. Antes de golpearme contra el suelo, la elfa ya me estaba sujetando la cabeza, dejándola reposar con cuidado en algo mullido que no podía ver.
- ¿Quién eres? -parpadeando mientras intentaba enfocarla
- Pensaba usar este granero como escondite, al igual que tu. Cuando te vi entrar me apresuré, pero no pude llegar a tiempo de evitar que te cayeras. Te he curado, pero aún estás débil.
Miré hacia abajo. Estaba en ropa interior, una venda rodeaba todo mi pie derecho, otras mi torso, y mientras iba siendo más consciente de mi propio cuerpo, podía sentir algo mullido tras mi cabeza. Tenía algunos moratones ya amarillos, en diversas partes del cuerpo...pero no me dolía al respirar. Volví a mirarla.
- ¿Me has curado tu?
La elfa asintió, volviendo a retomar su labor con el mortero, removiendo mientras hablaba.
- Soy druida, aunque no vine con el propósito de curar, tampoco podía dejarte morir.
Mientras más la miraba, más extraña me parecía su expresión. Era...carente, si, eso era. En cierto modo me recordaba a Milbus, solo que de distinta forma.
- Gracias, supongo…
Ante eso, llevó sus ojos hasta mi, sin aminorar el ritmo del mortero.
- ¿Has perdido a tu familia? -dijo directamente
Desvié la vista hacia la pared de mi derecha, odiando cada segundo el llanto que parecía querer salir.
-¿Acaso importa? -dije con voz apenas audible.
La elfa se quedó mirándome un buen rato, mientras removía, hasta que finalmente volvió a hablar.
- No, ahora solo importa terminar con ellos
Volví a mirarla, pues esos eran exactamente mis pensamientos...o los que debería tener en todo momento. No podía pensar de nuevo en...todo lo que había perdido. En quienes estaban lejos, a salvo, pero lejos de mi...en quienes jamás volverían…
No, yo había tomado una decisión. No podía soportar seguir adelante tras...no podía, así de simple. A quienes dejaba atrás los había dejado seguros, juntos y podrían tener una vida sin la amargura que yo les daría. Por que no me creía capaz de volver a sonreír, ni si quiera me creía capaz de sentarme nuevamente en una mesa.
Dioses, todo parecía estar prohibido...no podía pensar en vino, los cementerios que antes tanta paz me daban ahora hacían que mi pecho doliera con recuerdos de preguntas incesantes y piedras lanzadas. No podía pensar en la música...ni si quiera era capaz de pensar en comida.
¿En qué momento se había colado en cada parte de mi vida?
Cerré los ojos al sentir el aumento de la presión, el dolor...la frialdad de las lágrimas derramadas.
- Puedo escuchar, pero mi historia es solo mía
Salí de mi agujero de fatalidad y miré nuevamente hacia ella. Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano derecha, fijándome en la venda que la cubría, mientras sentía un enorme desprecio hacia mi persona. Era débil...demasiado débil.
- No tengo nada que contar -para humillación mía, la voz me salió rasposa.
- Bien…
Y con eso, toda conversación terminó.
Cerré los ojos, centrando mi mente en terrenos menos peligrosos. Dediqué todo mi tiempo a pensar en los demonios, en lo que había leído sobre ellos en el pasado. Había descubierto que no servía de nada usar el bastón como arma directa, contra tamaña amenaza debía usar mi magia, a distancia y en grupo, si era posible. Me era mucho más fácil atacarlos si había más gente manteniéndolos entretenidos, cerca de ellos.
No se en qué momento terminé por dormirme, pero tras muchos años sin soñar, mi subconsciente me premió con algo…
Estaba bajando de Shei, en las casas. Miré hacia la de Jonah, en cuya puerta había una gran mancha de sangre. Suspiré con cansancio, como si estuviera ya acostumbrada.
- Uno menos -dije, antes de dirigirme con paso animado hasta la puerta de la casa de Yara y Mabel.
Toqué como siempre, de forma tranquila pero algo fuerte por mis guantes, que amortiguaban los golpes.
Mabel abrió la puerta, con si habitual sonrisa acompañada de un “¡Acoremi!” a modo de feliz saludo.
Sonreí, dando un paso hacia el interior y sujetándola por el cuello. Mientras a sus ojos acudían la incertidumbre y el miedo, me limité a sentir como el calor manaba de las palmas de mis manos, traspasando carne, tendón y hueso.
La cabeza de Mabel cayó hacia atrás, mientras su cuerpo permanecía en pie unos segundos antes de caer desmadejado al piso.
El grito de Yara me indicó donde estaba. Sobre la cama, dejando de mirar con horror a quien había sido la persona más importante en su vida, para clavar la vista en mi. Intentó moverse como pudo hasta la esquina de la cama, agarrándose al cabecero, pero su abultado vientre no le permitía demasiada agilidad.
Me acerqué a ella, sonriendo tras agacharme para sacar el cuchillo de mi bota.
- Una menos -dije, sin perder la sonrisa.
Yara volvió a gritar, tratando de cubrir su vientre con las manos, mientras yo levantaba el puñal y apuntaba a aquello que intentaba proteger, con la cara manchada de sangre y la eterna sonrisa en ella.
Descendí el cuchillo con velocidad, y…
Me desperté gritando e incorporándome. Ignoré el dolor que me produjo la brusquedad del movimiento, con los ojos abiertos de par en par y mirando la pared de enfrente entre temblores.
-Debió ser muy importante, para dejarte así
La vacía voz de la elfa me llegó desde la entrada del granero. Estaba cruzada de brazos, mirando hacia fuera.
Desvié la vista, pasándome la mano derecha por mi sudorosa frente; la notaba bastante fría, y ya no tenía la venda de la mano.
Comprobé nuevamente el estado de mi cuerpo. Realmente ya no me quedaba ninguna venda, ni siquiera la de las costillas, pues bajo la camisa interior que llevara, se veía la piel manchada por el golpe, pero prácticamente curada.
-¿Cuánto he dormido? -la tenue luz que entraba no me tranquilizaba demasiado.
- Otro día entero. Es por el golpe en la cabeza -se giró, estudiándome con sus extraños ojos- Fue bastante grave, me sorprendió que no murieras.
Llevé mi mano hasta mi nuca, subiendo con cuidado. Entre las hebras de cabello no me pareció distinguir nada, salvo tal vez una leve hinchazón.
Intenté levantarme despacio, y sujetándome a la pared pude lograrlo al tercer intento. Mi acompañante no parecía interesada en prestarme atención, su mirada no dejaba el exterior.
Busqué mi ropa con la mirada. En otro momento me habría querido asear un poco, pero ahora eso no era lo importante. Ni si quiera la inconsciencia era segura, debía vestirme, prepararme y seguir adelante.
Al primer paso fui atacada por más mareos, algo de lo que empezaba a hartarme.
- Debes comer algo, y beber. Apenas he conseguido que lo hagas -señaló sin mirar un barril, sobre el que había algo envuelto- Una hogaza de pan, y en el suelo tienes agua.
No dije nada, me limité a arrastrarme hasta allí y tomar el pan enrollado. Solo la costumbre de toda una vida permitió que no lo devorase como un animal, en pocos segundos. Sabía que eso solo me haría desperdiciarlo, así que fui dando pequeños mordiscos e intentando contenerme cuando aumentaba el ritmo.
Terminé con el enorme trozo, y luego pasé al agua. No quedó ni una gota en el odre, y no me preocupaba, lo necesitaba y bebería más si había.
- ¿Tienes más provisiones?
- Se ofrecen provisiones para los luchadores, cerca de la Colina del Centinela. La gente espera otro ataque pronto.
Eso hizo que mis fuerzas volvieran. Respiré hondo, me enderecé e ignoré las quejas de mis agarrotados músculos, evadiendo los vestigios de mareo y yendo con determinación hasta mi ropa.
Me vestí con cuidado, y una vez estuve lista, miré más a fondo el granero.
Un camastro improvisado yacía entre dos paredes de madera, donde había perdido yo tantos días de lucha. Había también una especie de bolsa grande a un lado, de la elfa, supuse por el estado en que se encontraba. Algunas hierbas descansaban sobre el viejo heno, y dos cuencos con extrañas mezclas les hacían compañía.
Centré mi atención en ella. Era alta, como solían ser los de su especie, y en su rostro se dibujaba una mueca de cansancio que no podía disimular completamente bajo esa capa de indiferencia.
- ¿Cómo está la colina? -pregunté mientras me acercaba con paso más firme hacia ella.
Me miró de reojo cuando me apoyé al otro lado de la puerta que daba al exterior, mirando hacia el lugar donde había librado mi primera guerra, pero no comentó nada.
- Está, y eso es mucho decir. Han habido más ataques mientras dormías, y se rumorea que no es solo aquí.
Eso captó mi interés…
- Con aquí...¿Dices Azeroth?¿O te refieres al resto de continente?
-Hay ataques por todo Azeroth, eso es lo que han dicho algunos. Pero puede que solo sean rumores.
- No lo creo -dije, mirando hacia fuera.
- Has estado durmiendo casi tres días completos.
- Si solo fuera aquí, habrían enviado más soldados, habría más gente…
La elfa asintió despacio, mirándome de modo extraño. Supuse que su insinuación sobre mi ignorancia era un simple modo de ver si era capaz de decir algo mínimamente coherente,
- ¿Lucharás cuando ataquen?
Me giré, mirándola directamente a los ojos. Me recordé por qué luchaba, porqué el dolor no importaba...me recordé que ya nada importaba en realidad. Aquí sería más útil que en cualquier otra parte, aunque muriera hoy, si pudiera llevarme conmigo a más demonios, todo habría...no, no podía decir que merecería la pena, porque eso sonaba a algo del pasado. Pero me conformaría, si...me conformaría con arrastrar conmigo a tantos como pudiera.
- Si, lucharé en cada momento que se me presente
Mi acompañante asintió, volviendo a mirarme de esa extraña forma.
- Lucharé contigo, sin preguntas, sin nada...solo la lucha.
Fue mi turno para asentir, y por un momento, mientras miraba esos brillantes ojos que pese al tono transmitían vacío, pude ver mi reflejo en ella.

Lucha Caótica!

Busqué a mi alrededor, intentando encontrar un objetivo en el que fijarme...aunque pronto descubriría que en plena guerra no puedes centrarte solo en una cosa.
Otra maga, aparentemente de batalla por su armadura, intentaba mantener como podía un escudo de hielo mientras un ser similar al que había visto desmembrando al grupo de hombres, arremetía contra ella.
Corrí hacia allí, sujetando el bastón con ambas manos y buscando el mejor punto para atacar. La espalda parecía despejada, pero era demasiado grande para mi, tal vez…
Aproveché la carrera para asestar un golpe en su pierna izquierda, usando la fuerza del impulso. Casi se me disloca el hombro. El rojizo demonio ni si quiera pareció notarlo, y la dureza de su armadura hizo que el bastón no se me escapara por poco. Continué corriendo, sin detenerme, hasta situarme tras el escudo de la maga. Me miró de reojo, sin querer apartar la vista demasiado de su contrincante e intentando mantener la concentración.
El ser no parecía preocupado por el aumento de enemigos, y tras dar otro poderoso golpe en la barrera, sujetó la espada con ambas manos y la llevó hacia un lado, preparándose para tomar impulso y terminar con el hielo que comenzaba a resquebrajarse. Aproveché el momento, pues su hombro izquierdo carecía de armadura y en esa posición...solo actué. Generé una estalagmita de hielo que se le clavara con fuerza en el costado, mientras otra se adentraba en la espalda descubierta que había visto antes.
El demonio estaba ya herido de por si, su cabeza parecía haber sido golpeada repetidas veces por uno de los lados, y su brazo derecho se encontraba igual. El desagradable gruñido que siguió a mi ataque nos indicó a ambas que los golpes habían sido suficientes como para hacer que cayera sobre una rodilla. La gravedad hizo el resto, y tras apartarnos de su trayectoria, sentimos la tierra temblar con su peso.
Miré a mi compañera, por la fuerza de la costumbre, pero ésta se encontraba ya corriendo hacia el siguiente demonio...mientras yo salía disparada nuevamente hacia delante, a causa de otra explosión.
Esta vez conseguí levantarme más rápido, aunque la caída había sido más dura, escuchar la batalla a tu alrededor te hace darte más prisa. Volví a buscar el bastón, y lo encontré...bajo el pie del gigantesco infernal que venía hacia mi. Estúpidamente miré hacia atrás. No, me miraba a mi.
Mi primer impulso fue correr, entonces volví a recordar lo que me había hecho frenar la primera vez. Yo estaba allí por una razón, y no iba a dejar que el miedo me impidiera cumplir con lo que me proponía.
Afiancé mi postura, mirando al infernal directamente y lancé un orbe arcano que apenas lo hizo frenar un poco. Tres orbes más salieron hacia él, pero parecía estar aumentando el ritmo a causa de los ataques. Probé con un par de misiles, y el miedo poco a poco fue cambiando mientras lo veía seguir con su paso inexorable hasta mi. Estaba ya a menos de un par de metros, y una parte de mi parecía querer gritarle a la cara que terminara con el trabajo, que hiciera lo que le diera la gana.
Ira, rabia...eso era lo que necesitaba sacar, lo que debía usar para enfrentarme a él.
Levanté mis manos, que brillaban con fuerza, sin quitar la vista del elemental que movía su brillante “puño” hacia mi. Acumulé todo el poder que pude y lo dejé salir, sintiendo lo mismo que aquella primera vez en Ocaso. La explosión de magia arcana que siguió al movimiento de mis manos hicieron que el gigantesco conjunto de rocas temblara, interrumpiendo su movimiento y haciéndolo saltar levemente...mas no parecía haber sido suficiente.
Tras dar dos imponentes pasos hacia atrás, volvió a avanzar, intentando darme con otra de sus extremidades. Finté hacia un lado, tan rápido como pude...pero tropezándome con un resto de...prefiero no saber lo que era. Me incorporé a tiempo de ver la enorme roca a punto de darme. Levanté el escudo en un acto reflejo, pero ese día había gastado ya demasiadas energías en el uso de la magia, y las esquirlas de hielo volaron a mi alrededor, lanzándome nuevamente al piso. Me golpeé la cabeza contra el suelo y mi visión pareció nublarse por un momento.
Parpadeé varias veces, intentando enfocar la vista. El infernal ya no venía hacia mi, pues un grupo formado por tres elfos de sangre y un tauren estaban rodeándolo sin darle tregua.
Miré la escena unos segundos...hasta que escuché una nueva explosión y volví a recuperar la cordura. No podía pararme a mirar, ya lo había visto, tenía que estar atenta.
Me levanté, llevando una mano a la parte posterior de mi cabeza y notando el pelo húmedo. No importaba, nada importaba, tenía que seguir. Me doliera lo que me doliera, me pasara lo que me pasara, debía recordar que todo eso era mejor que la alternativa.
Comprobé lo que me rodeaba, dándome cuenta de que ya no quedaban tantos demonios por destruir, o al menos no parecían ser tantos como al principio. Volví a mirar al infernal, que empezaba a moverse con mayor lentitud, e ignorando el dolor del tobillo, comencé a lanzar orbes arcanos de pequeño tamaño a lo que parecían ser las separaciones de su pétreo cuerpo.
No me hacía mucho caso, pues salvo el tauren, el resto del grupo atacaban de cerca, esquivando, dando golpes para luego alejarse, golpeando con fuerza la poderosa roca...todo ello en una exhibición que parecía gritar la experiencia que tenían.
No podía evitar mirar a mi espalda entre cada ataque, vigilando que nada me atacase. La paranoia volvía a hacer presa de mi, pero ahora me era útil, pues en una de las ocasiones pude esquivar por poco la llama de un diablillo, que comenzaba a atacarme desde no muy lejos como si de un juego se tratara.
Escuché un gruñido a mi espalda, pero me concentré en eliminar al pequeño demonio, generando varias estalagmitas que lo atravesaron desde el suelo, dejando su cadáver sin apenas rozar el mismo.
Cuando me di la vuelta para retomar la pelea con el infernal, éste yacía ya en el suelo, mientras uno de los elfos de sangre comprobaba una herida del tauren...una herida que parecía haber sido producida por cierta llama.
Imité a mi amiga del principio, y me puse en camino hasta el siguiente demonio. Realmente parecían quedar muy pocos, y para mi sorpresa, por el mismo sitio que atravesara yo hacía no sabía cuanto, comenzaban a llegar más guerreros, magos, arqueros...luchadores, gente que quería enfrentarse a la legión...o que ya lo había hecho, pues su estado era similar al de los que ya estábamos en la colina.
No me entretuve, avancé como pude hacia un manáfago que intentaba atacar a un fusilero enano, volviendo a generar finas estalagmitas de hielo que acabaran con su vida.
El miedo ya no existía, solo el movimiento de mi cuerpo atacando. Seguí así, ayudando a otros grupos, y entendiendo pronto que haría más atacando con magia y acompañada, que sola. El objetivo era destruirlos, y mientras lo cumpliera, no importaba el modo.
No recuerdo cada golpe, ni recibido ni dado, o al menos no con exactitud. Solo recuerdo los gritos, el desagradable olor, el suelo temblando, mi cabeza girando en todas las direcciones, incluida el cielo, intentando prever el siguiente ataque.
En algún punto de ese caos, simplemente fuimos mayoría. Los demonios eran menos, y eso parecía notarse en los ánimos que reinaban. Los guerreros parecían esgrimir sus armas con más fiereza, los gritos que se escuchaban ya no eran solo de dolor, la rabia primaba, y toda esa energía me contagiaba.
Pero cuando parecía que íbamos a terminar con ellos, cuando ya podían incluso contarse y habían zonas libres de demonios, cuando los grupos de luchadores se arremolinaban al rededor de los que quedaban para eliminarlos al fin...entonces, se escuchó algo peor.
Esto no era como las gigantescas bombas llameantes que habían disminuido su ritmo de caída. Lo que se escuchó era destrucción pura, la tierra temblando, la gente gritando…
Había algo tras la torre que los que estábamos al otro lado no podíamos ver. De nuevo, el miedo; pero eso ya no me duraba tanto, parecía ser más un auto reflejo que nada más. Apreté los puños, fuera lo que fuera, haría lo mismo que con el resto. Lo enfrentaría, pasara lo que pasara.
Comencé a rodear la torre. No podía correr demasiado, pues el dolor en el tobillo derecho había empeorado, pero no me hizo falta rodearla del todo para empezar a ver lo que había.
Una cola, similar a la de un draenei pero nada natural, se movía al ritmo de unas patas demasiado grandes como para plantearse si quiera el acercamiento...aunque junto a ellas, cuerpos, sangre y gente que aún luchaba intentaban asestar un golpe, y algunos con precario éxito, lo conseguían.
El miedo volvió a hacer acto de presencia cuando mi visión captó el resto del cuerpo. Similar a un draenei, pero colosal, completamente forrado en acero, un ser que hacía ridículos al resto de los que había visto, destrozaba cuanto podía.
No perdí el tiempo, me acerqué cuanto creí necesario y comencé a atacar. A esas alturas, apenas podía lanzar orbes arcanos y alguna estalagmita que se veía absurda bajo ese ser. Proseguí con los orbes, intentando lanzarlos a la frente o manos, las partes menos protegidas.
La lucha parecía no terminar nunca. Había que permanecer en movimiento, y aunque yo trataba de mantenerme alejada, debía seguir al resto, acercarme lo suficiente como para seguir atacando e intentando esquivar lo que me llegara, manteniendo en control la zona, pues aunque los pocos demonios que quedaban estaban siendo atacados por otros, nunca se sabía lo que podía pasar, a dónde dirigiría su ataque aquel infernal, si habrían más diablillos, manáfagos...o peor aún, otro ser como el que intentaba atacar con las fuerzas que me quedaban.
Otra explosión sonó a mi espalda, pero ni siquiera miré. Toda mi concentración era para la abominación draenei que parecía comenzar a agotarse. Éramos muchos, pero aún así, también eran muchos los que perecían frente a mis ojos.
Me cerré a todo sentimiento de lástima, pensando solo en atacar, y cuando mis fuerzas flaqueaban, solo tenía que pensar en ese primer paladín, que para mi significaba mucho más.
Estábamos ganando, se podía ver. Ya no quedaban demonios menores, solo el grande.
Jadeaba con fuerza mientras intentaba seguir el ritmo al resto de luchadores, lanzando orbes arcanos a mansalva y generando pequeñas explosiones de magia arcana que no parecían hacerle realmente algo, pero allí lo que importaba era el conjunto, el grupo. Entre todos conseguíamos hacerle el daño necesario, se veía cada vez más debilitado, más herido, y eso me ayudaba a seguir.
Me atreví a acercarme más, intentando reducir distancia para aumentar mi potencia de ataque, demasiado debilitada ya...justo en el momento en que el ser lanzaba un ataque a la desesperada. Una especie de onda oscura volvía a hacerme volar por los aires, haciendo que mi mundo se oscureciera del todo al notar mi cabeza, mi cuerpo, golpeándose con más fuerza que nunca contra uno de los muros que rodeaban la torre.

Todo era oscuridad, un negro pozo de nada que parecía eliminar parcialmente el dolor...no podía pensar, solo existía en ese vacío...y me dejé llevar por él, agradecida.

sábado, 13 de agosto de 2016

El comienzo de la Lucha!

Agosto, 2016

Tras haber realizado una acción por la que seguramente me sentiría culpable más tarde, miré hacia el atronador portal que se alzaba en lo alto del cielo, y comencé a caminar en su dirección. Poco a poco mi paso aumentaba, como si algo tirara de mi hacia el caos que reinaba en la Colina del Centinela.
El andar se convirtió en trote, y éste en carrera. Sabía que estaba huyendo de todo, que debía seguir corriendo, que lo necesitaba.
Gigantescas bolas de fuego vil caían desde el cielo. Alcé mi vista sin variar la velocidad y vi la nave...incluso desde mi posición, se veía demasiado grande para ser real.
Me sentí increíblemente pequeña,increíblemente insignificante...pero seguí corriendo,porque la alternativa era darme la vuelta y enfrentar lo que había hecho,lo que había pasado...lo que no había hecho...
No,no podía enfrentarme a todo eso. Lo que estaba delante no era nada comparado con todo eso,así que,seguí caminando.
A medida que me acercaba los sonidos eran peores; gruñidos, gritos, golpes, destrucción...todos ellos me daban la bienvenida en una cacofonía que parecía presagiar algo peor que la muerte.
Jadeaba, notaba mi cansancio por el uso de la magia, pero nada de eso importaba. Había traído el bastón adecuado, pues sabía que querría usarlo más que cualquier hechizo. Necesita destrozar algo, sentir como se rompía uno de esos seres que habían...
Corrí más deprisa, ya casi estaba en la entrada norte, podía incluso divisar varios de esas enormes moles sobre los que tanto había leído, pero nada podría compararse jamás a verlos en persona. Me concentré en el más cercano, sin poder evitar que un escalofrío de puro terror ascendiera por mi columna al captar sus movimientos. La fuerza que emanaba de sus movimientos era indescriptible. Daba poderosas estocadas con su espada, moviéndose con brutalidad mientras podía imaginar cómo vibraría el suelo bajo sus pasos.
Había un paladín luchando contra él, junto a dos soldados de Ventormenta; luz por todas partes, y yo lo agradecía, llegando ya a la entrada de la colina, pero mientras el grupo se concentraba en su gigantesco adversario, un manáfago apareció en la escena como salido de ninguna parte. Mordió la pierna del paladín, que lanzó un horripilante chillido...no lo escuché desde mi posición, pero tampoco hacía falta. Mientras el horrendo can soltaba a su presa y mordía con saña la otra pierna, el gigantesco ser cercenó el torso y brazo de uno de los hombres. Nada regular, solo sangre y trozos...para luego clavar su espada en el tronco del paladín caído, de un solo tajo.
El soldado que quedaba salió corriendo. Dirigí mi horrorizada mirada hacia el manáfago que daba buena cuenta del paladín, y hacia el ser que había terminado con su vida. Apreté con fuerza el bastón, apurando aún más a mis piernas para que se apresurasen. Necesitaba llegar ahí, era para lo que había ido, necesitaba...
Una explosión me lanzó volando hacia la derecha. Rodé por el duro suelo, clavándome varias piedras por el camino mientras escuchaba el sonido de algo que se derrumbaba a mi izquierda. El bastón había salido volando en mi caída, pero mi vista estaba concentrada en el fuego vil que cubría la zona. Sin ese lado del muro la visión de la batalla era total para mi. Aún en el suelo, con las manos apoyadas pero sin incorporarme, observé estupefacta lo que sucedía delante. La escena anterior no era nada, estaba repetida en todo el lugar. Había cuerpos por todas partes, armas desechadas, trozos de armadura, manáfagos como el primero perseguían a una draenei que lanzaba flechas de cuando en cuando mientras continuaba con su frenética carrera.
No tuve tiempo para seguir mirando, pues uno de esos canes gruñó cerca, demasiado cerca...
Miré el origen del sonido, estaba a mi derecha, corriendo hacia mi. Me puse a cuatro patas, sin ahogar el quejido de dolor, mientras buscaba el bastón con desesperación. Estaba junto a los restos del muro, tras de mi. Otro gruñido, giré la cabeza y caí hacia detrás mientras lanzaba tres misiles arcanos, uno detrás del otro, intentando que el animal se alejara. Conseguí acertar con el primero, pero esquivó los otros dos. Giré sobre mi misma, incorporándome torpemente, casi cayendo de bruces hacia delante en mi prisa por llegar hacia el bastón. Lo escuchaba corriendo tras de mi, giré la cabeza y lancé un orbe arcano de tamaño medio que le impactó en pleno cráneo. Caí junto al bastón, girándome desde el suelo, y observé con pánico al can. Estaba muerto, yacía en el piso, con el cuello en una extraña posición.
Me quede unos segundos más junto a las ruinas, mirando el caos absoluto que era aquello. Del cielo seguían cayendo rocas cubiertas de fuego vil que estallaban en el piso, los ruidos se mezclaban unos con otros sin quedar ninguno claro, dejando un conjunto de gritos, explosiones, llanto...
Pensé en marcharme, por un momento pensé en darme la vuelta y huir con Mabel y Yara, lejos de allí, lejos de todo. Incluso me levanté y di un paso hacia atrás, pero entonces...entonces mi mirada captó a ese primer paladín...tenía ambas piernas destrozadas y desde la mitad de la espalda hasta la cabeza, partido a la mitad, convirtiendo su cuerpo en algo que apenas tenía forma...sobre esa sanguinolenta masa informe, cayó una humana de oscuras togas. Se limitó a levantarse y seguir corriendo en persecución de algo, o huyendo de algo...no pude fijarme porque en ese instante, mi vista no podía separarse de los restos del paladín. No podía dejar de mirarlo, porque algo en mi interior comenzó a preguntarse si él habría terminado del mismo modo. Tirado en una calle, destrozado, pateado por otros en medio de una lucha. Él y la niña podrían yacer así, como cáscaras inútiles, sin importarle a nadie. Ahora mismo, podría estar así.
Mis ojos comenzaron a humedecerse, pero corté el sentimiento. Había ido a luchar, había ido a vengarme, y lo haría. Me daba igual terminar como ese paladín, aplastada, mutilada, muerta...ya nada importaba. Solo había algo que aún merecía la pena...matar. Matarlos a todos, acabar con todos ellos como ellos habían hecho conmigo.
Sujeté el bastón con una fuerza muy distinta a la anterior, porque ahora no quería protegerme...ahora quería destrozar con él, sentir cómo se rompía la carne bajo mi mano.
Y lo haría...costara lo que costara, lo haría.