miércoles, 17 de agosto de 2016

Fuerza de Objetivo!

Lo primero que vi al abrir los ojos fueron las estrellas y el humo. Me sentía confusa, sin entender dónde estaba, ni lo que pasaba, y durante unos minutos solo pude permanecer así.
Escuché ruidos a mi derecha, como si alguien estuviera removiendo piedras. Intenté girar la cabeza, pero al principio parecía pesarme demasiado, y para cuando conseguí hacerlo, el ruido había cesado.
Poco a poco, fui consciente de lo que me rodeaba. Había gente a lo lejos, moviendo cuerpos hasta hacer una pila, a mi derecha alguien corrió con prisa, cerca de donde me encontraba un draenei se inclinaba para tomar el pulso a un joven con armadura de soldado, negando con la cabeza al no hallar lo que buscaba...draenei...todo me vino a la cabeza de golpe. Silas, el paladín, los infernales, la abominación del final...la explosión oscura.
Miré a mi alrededor con más lucidez que antes. Tenía algunos escombros por encima, que parecían haberme caído del propio muro donde chocara. Estaba en una posición extraña, medio sentada con el costado contra una roca de tamaño medio, parte de la espalda y la cabeza pegadas a la pared y sobre el tobillo derecho, cuyo dolor podía sentir bastante, reposaba un trozo de...pierna.
Tragué con fuerza.
Intenté incorporarme, dejando que las pequeñas piedras que estaban sobre mi cayeran al suelo. Apoyé el pie izquierdo y me impulsé...sufriendo uno de los peores mareos que he sufrido en toda mi vida. Me dejé caer de nuevo, pero seguía demasiado pegada a la pared y la parte posterior de mi cabeza friccionó con el muro, como si de una lija se tratara, haciendo que lanzara un chillido de puro dolor. Bajé la cabeza hacia delante, apretando los dientes y respirando con fuerza. Dioses, me dolía más que nada, el tobillo ya no existía en comparación con eso.
Respiré hondo, no podía quedarme ahí. Debía volver al granero, prepararme para la siguiente batalla, recuperar fuerzas. Tenía que salir de ahí.
Me giré como pude hacia el muro, mientras mi respiración no parecía querer calmarse. Sentía la sangre descender por mi cuello, pero no podía pensar en eso. Tenía que hacer como antes, olvidar el dolor, que era pasajero e insignificante, y centrarme en mi objetivo.
Apoyándome siempre en la pierna izquierda, con las manos en la fría piedra manchada con mi sangre, logré incorporarme del todo. Despacio, muy despacio, pues con cada movimiento que hacía mi cuerpo parecía aullar de dolor. Había otra cosa más que no había notado antes. Al respirar, me dolía demasiado el costado derecho. Posiblemente tendría alguna costilla rota por al caída, tal vez incluso una hemorragia interna…
No, ese no era el momento para pensar en eso. Primero el granero, y luego lo demás, paso a paso. Busqué por el suelo algo que pudiera ayudarme a avanzar. Había una madera algo fina, no muy lejos, pero estaba en plena bajada y tal vez no pudiera agacharme sin que el daño fuera peor. Una lanza, había una lanza clavada en...algo. Fui hasta allí. Otro chillido escapó de mis labios con el primer paso.
Si, me había hecho demasiado débil en estos meses, no tenía razón cuando…
Paré de pronto. No, no podía seguir esa línea de pensamientos, porque...no, no podía hacerlo. La lanza, tenía que centrarme en la lanza e ignorar la humedad que comenzaba a sentir en mis ojos. La lanza, solo importaba la lanza.
Cada paso era agónico, pero el dolor traía lucidez, aclaraba mi mente porque centraba todo en eso.
Conseguí alcanzarla, y tras varios intentos, pude sacarla del amasijo de carne en que estaba clavada. Apreté los dientes con fuerza, reprimiendo cualquier grito por el dolor del movimiento. Le di la vuelta con lentitud, hasta dejar la punta en lo alto y la usé como apoyo precario. La bajada fue lo peor; algo en el costado parecía estar desgarrando mi carne por dentro con cada pequeño paso desnivelado que conseguía dar.
La gente se seguía moviendo por el lugar. No eran muchos, pero tras el caos de la batalla, la calma de ese momento parecía ser total. Algunos seguían apilando cuerpos, otros cargaban armas...y una humana, que creí reconocer, se encontraba abrazada a un cuerpo, sollozando de forma incontrolable.
Si, ella era la maga del principio. Dejé de mirarla, intentando llegar al fin a la salida de todo aquello. Por un momento me pregunté a quién pertenecería el cuerpo sobre el que lloraba ¿Sería un hermano?¿Un padre?¿Un amigo?¿O…?.
La odiosa humedad volvía a aparecer, nublándome la vista, algo que no podía permitirme.
El granero, el granero era el nuevo objetivo y solo debía centrarme en eso. Tenía que llegar, hacer planes, averiguar cómo podía curarme, porque…
Traspasé lo que quedaba de la muralla, y con un quejido no pude evitar pararme en seco. Cadáveres, cuerpos inertes por todas partes cubrían la lejanía, junto a escombros de materiales desconocidos, restos de demonios y...muerte, la muerte era lo que se respiraba en ese lugar. Como en el interior, habían algunos encargándose de los cuerpos y buscando supervivientes.
Respiré hondo, volviendo a sentir un pinchazo en mi costado e intenté orientarme. Cuando creí saber dónde se encontraba el granero abandonado, fui hacia allí.
El viaje fue largo, doloroso...pero lo peor era no pensar en aquello que me había prohibido. Intenté concentrarme en los libros de medicina que había leído hacía tanto, para hallar el mejor modo de curarme. Me centré en eso como si la vida me fuera en ello, y tal vez, así sería.
Cuando llegué a la entrada del viejo edificio, apenas podía controlar la respiración, y el solo hecho de tenerme en pie requería de todo mi esfuerzo. A mitad del camino había tenido que disminuir aún más el ritmo debido a los mareos, y en ese momento luces y sombras parecían pasarme por delante. Sentía la parte trasera de la armadura empapada, el tobillo apenas lo notaba ya, y respirar era cada vez más difícil.
Trastabillé al pasar la primera pared, cayendo de golpe contra el suelo. El alarido que escapó de mi garganta no habría podido impedirlo de modo alguno.
Abrí la boca, buscando un oxígeno que no llegaba. La oscuridad volvía a envolverme, pero no tenía nada de apacible, todo era dolor.
Escuché un crujido en la entrada, justo cuando terminaba de gritar...giré la cabeza de forma instantánea, y entonces...de nuevo, mi mundo se apagó.


Había alguien a mi lado...el dolor volvía con fuerza, creía que gritaba, pero no podía estar segura.
Alivio, el alivio llegó en algún momento en medio del horror. Sudaba, temblaba...lo sentía, pero apenas podía abrir los ojos unos segundos, y cuando lo hacía todo parecía dar vueltas.
Una figura esquiva se encontraba en la periferia, pero nunca llegaba a verla del todo.
Dolor, un chasquido, luz, oscuridad...de nuevo esa figura...alivio...inconsciencia…


Abrí los ojos despacio. Ya no habían estrellas en lo alto, solo vieja madera. Parpadeé, esperando que la imagen cambiara, pero allí seguían las polvorientas tablas.
Junto a mi escuché un extraño sonido, a mi izquierda, y por un momento pensé en mi Abuela. Era el mismo sonido que se escuchaba a veces, mientras yo dormía y ella hacía sus remedios. Era el sonido de la fricción del mortero, removiendo unas hierbas ya machacadas.
Cerré los ojos, creyéndome en Ocaso, en mi casa, como siempre. En breve me despertarían y tendría que ir a la torre, pero...algo no parecía encajar. El sentimiento no era el mismo; el miedo y resignación usuales parecían verse atenuados por algo mayor, algo que pugnaba por salir.
Urgencia. Alguien me necesitaba, o yo necesitaba a alguien, pero eso era absurdo, no tenía sentido. Yo estaba sola, y nada de lo que tenía era tan importante. Entonces ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué sentía como si tuviera que estar en otro lugar, como si hubiera algo que se me escapara? Necesitaba hallar una explicación a…
Acoremi, ¿Y si no le buscas una explicación y simplemente...confiamos en que el mundo será más fácil el uno al lado del otro...?
Abrí los ojos de golpe, con mi pecho subiendo y bajando a velocidad creciente.
- No…-el recuerdo de esa noche en el balcón, de su risa, de su expresión interrogante, su mano llevando la copa de vino hasta sus labios, las orejas enrojeciéndose, algo que siempre me gustaba...y que jamás vería…”nunca” jamás había tenido tanto significado- No…
Las lágrimas corrían por mi rostro, haciéndome cosquillas en su paso hacia el suelo, cayendo en el pelo enredado bajo mi cabeza...una mano se posó sobre mi brazo izquierdo, mientras una calmada voz hablaba.
- Shhh, aún estás muy débil.
Giré mi rostro hacia la figura que reposaba a mi lado, mirándome con brillantes ojos. La luz de una vela, situada demasiado cerca, me impedía verla bien.
- ¿Dónde estamos?¿Qué ha pasado?
- Estás a salvo, por el momento. Llevas dos días inconsciente
- ¿Dos…?
Intenté incorporarme, pero el mareo hizo presa de mi. Antes de golpearme contra el suelo, la elfa ya me estaba sujetando la cabeza, dejándola reposar con cuidado en algo mullido que no podía ver.
- ¿Quién eres? -parpadeando mientras intentaba enfocarla
- Pensaba usar este granero como escondite, al igual que tu. Cuando te vi entrar me apresuré, pero no pude llegar a tiempo de evitar que te cayeras. Te he curado, pero aún estás débil.
Miré hacia abajo. Estaba en ropa interior, una venda rodeaba todo mi pie derecho, otras mi torso, y mientras iba siendo más consciente de mi propio cuerpo, podía sentir algo mullido tras mi cabeza. Tenía algunos moratones ya amarillos, en diversas partes del cuerpo...pero no me dolía al respirar. Volví a mirarla.
- ¿Me has curado tu?
La elfa asintió, volviendo a retomar su labor con el mortero, removiendo mientras hablaba.
- Soy druida, aunque no vine con el propósito de curar, tampoco podía dejarte morir.
Mientras más la miraba, más extraña me parecía su expresión. Era...carente, si, eso era. En cierto modo me recordaba a Milbus, solo que de distinta forma.
- Gracias, supongo…
Ante eso, llevó sus ojos hasta mi, sin aminorar el ritmo del mortero.
- ¿Has perdido a tu familia? -dijo directamente
Desvié la vista hacia la pared de mi derecha, odiando cada segundo el llanto que parecía querer salir.
-¿Acaso importa? -dije con voz apenas audible.
La elfa se quedó mirándome un buen rato, mientras removía, hasta que finalmente volvió a hablar.
- No, ahora solo importa terminar con ellos
Volví a mirarla, pues esos eran exactamente mis pensamientos...o los que debería tener en todo momento. No podía pensar de nuevo en...todo lo que había perdido. En quienes estaban lejos, a salvo, pero lejos de mi...en quienes jamás volverían…
No, yo había tomado una decisión. No podía soportar seguir adelante tras...no podía, así de simple. A quienes dejaba atrás los había dejado seguros, juntos y podrían tener una vida sin la amargura que yo les daría. Por que no me creía capaz de volver a sonreír, ni si quiera me creía capaz de sentarme nuevamente en una mesa.
Dioses, todo parecía estar prohibido...no podía pensar en vino, los cementerios que antes tanta paz me daban ahora hacían que mi pecho doliera con recuerdos de preguntas incesantes y piedras lanzadas. No podía pensar en la música...ni si quiera era capaz de pensar en comida.
¿En qué momento se había colado en cada parte de mi vida?
Cerré los ojos al sentir el aumento de la presión, el dolor...la frialdad de las lágrimas derramadas.
- Puedo escuchar, pero mi historia es solo mía
Salí de mi agujero de fatalidad y miré nuevamente hacia ella. Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano derecha, fijándome en la venda que la cubría, mientras sentía un enorme desprecio hacia mi persona. Era débil...demasiado débil.
- No tengo nada que contar -para humillación mía, la voz me salió rasposa.
- Bien…
Y con eso, toda conversación terminó.
Cerré los ojos, centrando mi mente en terrenos menos peligrosos. Dediqué todo mi tiempo a pensar en los demonios, en lo que había leído sobre ellos en el pasado. Había descubierto que no servía de nada usar el bastón como arma directa, contra tamaña amenaza debía usar mi magia, a distancia y en grupo, si era posible. Me era mucho más fácil atacarlos si había más gente manteniéndolos entretenidos, cerca de ellos.
No se en qué momento terminé por dormirme, pero tras muchos años sin soñar, mi subconsciente me premió con algo…
Estaba bajando de Shei, en las casas. Miré hacia la de Jonah, en cuya puerta había una gran mancha de sangre. Suspiré con cansancio, como si estuviera ya acostumbrada.
- Uno menos -dije, antes de dirigirme con paso animado hasta la puerta de la casa de Yara y Mabel.
Toqué como siempre, de forma tranquila pero algo fuerte por mis guantes, que amortiguaban los golpes.
Mabel abrió la puerta, con si habitual sonrisa acompañada de un “¡Acoremi!” a modo de feliz saludo.
Sonreí, dando un paso hacia el interior y sujetándola por el cuello. Mientras a sus ojos acudían la incertidumbre y el miedo, me limité a sentir como el calor manaba de las palmas de mis manos, traspasando carne, tendón y hueso.
La cabeza de Mabel cayó hacia atrás, mientras su cuerpo permanecía en pie unos segundos antes de caer desmadejado al piso.
El grito de Yara me indicó donde estaba. Sobre la cama, dejando de mirar con horror a quien había sido la persona más importante en su vida, para clavar la vista en mi. Intentó moverse como pudo hasta la esquina de la cama, agarrándose al cabecero, pero su abultado vientre no le permitía demasiada agilidad.
Me acerqué a ella, sonriendo tras agacharme para sacar el cuchillo de mi bota.
- Una menos -dije, sin perder la sonrisa.
Yara volvió a gritar, tratando de cubrir su vientre con las manos, mientras yo levantaba el puñal y apuntaba a aquello que intentaba proteger, con la cara manchada de sangre y la eterna sonrisa en ella.
Descendí el cuchillo con velocidad, y…
Me desperté gritando e incorporándome. Ignoré el dolor que me produjo la brusquedad del movimiento, con los ojos abiertos de par en par y mirando la pared de enfrente entre temblores.
-Debió ser muy importante, para dejarte así
La vacía voz de la elfa me llegó desde la entrada del granero. Estaba cruzada de brazos, mirando hacia fuera.
Desvié la vista, pasándome la mano derecha por mi sudorosa frente; la notaba bastante fría, y ya no tenía la venda de la mano.
Comprobé nuevamente el estado de mi cuerpo. Realmente ya no me quedaba ninguna venda, ni siquiera la de las costillas, pues bajo la camisa interior que llevara, se veía la piel manchada por el golpe, pero prácticamente curada.
-¿Cuánto he dormido? -la tenue luz que entraba no me tranquilizaba demasiado.
- Otro día entero. Es por el golpe en la cabeza -se giró, estudiándome con sus extraños ojos- Fue bastante grave, me sorprendió que no murieras.
Llevé mi mano hasta mi nuca, subiendo con cuidado. Entre las hebras de cabello no me pareció distinguir nada, salvo tal vez una leve hinchazón.
Intenté levantarme despacio, y sujetándome a la pared pude lograrlo al tercer intento. Mi acompañante no parecía interesada en prestarme atención, su mirada no dejaba el exterior.
Busqué mi ropa con la mirada. En otro momento me habría querido asear un poco, pero ahora eso no era lo importante. Ni si quiera la inconsciencia era segura, debía vestirme, prepararme y seguir adelante.
Al primer paso fui atacada por más mareos, algo de lo que empezaba a hartarme.
- Debes comer algo, y beber. Apenas he conseguido que lo hagas -señaló sin mirar un barril, sobre el que había algo envuelto- Una hogaza de pan, y en el suelo tienes agua.
No dije nada, me limité a arrastrarme hasta allí y tomar el pan enrollado. Solo la costumbre de toda una vida permitió que no lo devorase como un animal, en pocos segundos. Sabía que eso solo me haría desperdiciarlo, así que fui dando pequeños mordiscos e intentando contenerme cuando aumentaba el ritmo.
Terminé con el enorme trozo, y luego pasé al agua. No quedó ni una gota en el odre, y no me preocupaba, lo necesitaba y bebería más si había.
- ¿Tienes más provisiones?
- Se ofrecen provisiones para los luchadores, cerca de la Colina del Centinela. La gente espera otro ataque pronto.
Eso hizo que mis fuerzas volvieran. Respiré hondo, me enderecé e ignoré las quejas de mis agarrotados músculos, evadiendo los vestigios de mareo y yendo con determinación hasta mi ropa.
Me vestí con cuidado, y una vez estuve lista, miré más a fondo el granero.
Un camastro improvisado yacía entre dos paredes de madera, donde había perdido yo tantos días de lucha. Había también una especie de bolsa grande a un lado, de la elfa, supuse por el estado en que se encontraba. Algunas hierbas descansaban sobre el viejo heno, y dos cuencos con extrañas mezclas les hacían compañía.
Centré mi atención en ella. Era alta, como solían ser los de su especie, y en su rostro se dibujaba una mueca de cansancio que no podía disimular completamente bajo esa capa de indiferencia.
- ¿Cómo está la colina? -pregunté mientras me acercaba con paso más firme hacia ella.
Me miró de reojo cuando me apoyé al otro lado de la puerta que daba al exterior, mirando hacia el lugar donde había librado mi primera guerra, pero no comentó nada.
- Está, y eso es mucho decir. Han habido más ataques mientras dormías, y se rumorea que no es solo aquí.
Eso captó mi interés…
- Con aquí...¿Dices Azeroth?¿O te refieres al resto de continente?
-Hay ataques por todo Azeroth, eso es lo que han dicho algunos. Pero puede que solo sean rumores.
- No lo creo -dije, mirando hacia fuera.
- Has estado durmiendo casi tres días completos.
- Si solo fuera aquí, habrían enviado más soldados, habría más gente…
La elfa asintió despacio, mirándome de modo extraño. Supuse que su insinuación sobre mi ignorancia era un simple modo de ver si era capaz de decir algo mínimamente coherente,
- ¿Lucharás cuando ataquen?
Me giré, mirándola directamente a los ojos. Me recordé por qué luchaba, porqué el dolor no importaba...me recordé que ya nada importaba en realidad. Aquí sería más útil que en cualquier otra parte, aunque muriera hoy, si pudiera llevarme conmigo a más demonios, todo habría...no, no podía decir que merecería la pena, porque eso sonaba a algo del pasado. Pero me conformaría, si...me conformaría con arrastrar conmigo a tantos como pudiera.
- Si, lucharé en cada momento que se me presente
Mi acompañante asintió, volviendo a mirarme de esa extraña forma.
- Lucharé contigo, sin preguntas, sin nada...solo la lucha.
Fue mi turno para asentir, y por un momento, mientras miraba esos brillantes ojos que pese al tono transmitían vacío, pude ver mi reflejo en ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario