miércoles, 17 de agosto de 2016

Lucha Caótica!

Busqué a mi alrededor, intentando encontrar un objetivo en el que fijarme...aunque pronto descubriría que en plena guerra no puedes centrarte solo en una cosa.
Otra maga, aparentemente de batalla por su armadura, intentaba mantener como podía un escudo de hielo mientras un ser similar al que había visto desmembrando al grupo de hombres, arremetía contra ella.
Corrí hacia allí, sujetando el bastón con ambas manos y buscando el mejor punto para atacar. La espalda parecía despejada, pero era demasiado grande para mi, tal vez…
Aproveché la carrera para asestar un golpe en su pierna izquierda, usando la fuerza del impulso. Casi se me disloca el hombro. El rojizo demonio ni si quiera pareció notarlo, y la dureza de su armadura hizo que el bastón no se me escapara por poco. Continué corriendo, sin detenerme, hasta situarme tras el escudo de la maga. Me miró de reojo, sin querer apartar la vista demasiado de su contrincante e intentando mantener la concentración.
El ser no parecía preocupado por el aumento de enemigos, y tras dar otro poderoso golpe en la barrera, sujetó la espada con ambas manos y la llevó hacia un lado, preparándose para tomar impulso y terminar con el hielo que comenzaba a resquebrajarse. Aproveché el momento, pues su hombro izquierdo carecía de armadura y en esa posición...solo actué. Generé una estalagmita de hielo que se le clavara con fuerza en el costado, mientras otra se adentraba en la espalda descubierta que había visto antes.
El demonio estaba ya herido de por si, su cabeza parecía haber sido golpeada repetidas veces por uno de los lados, y su brazo derecho se encontraba igual. El desagradable gruñido que siguió a mi ataque nos indicó a ambas que los golpes habían sido suficientes como para hacer que cayera sobre una rodilla. La gravedad hizo el resto, y tras apartarnos de su trayectoria, sentimos la tierra temblar con su peso.
Miré a mi compañera, por la fuerza de la costumbre, pero ésta se encontraba ya corriendo hacia el siguiente demonio...mientras yo salía disparada nuevamente hacia delante, a causa de otra explosión.
Esta vez conseguí levantarme más rápido, aunque la caída había sido más dura, escuchar la batalla a tu alrededor te hace darte más prisa. Volví a buscar el bastón, y lo encontré...bajo el pie del gigantesco infernal que venía hacia mi. Estúpidamente miré hacia atrás. No, me miraba a mi.
Mi primer impulso fue correr, entonces volví a recordar lo que me había hecho frenar la primera vez. Yo estaba allí por una razón, y no iba a dejar que el miedo me impidiera cumplir con lo que me proponía.
Afiancé mi postura, mirando al infernal directamente y lancé un orbe arcano que apenas lo hizo frenar un poco. Tres orbes más salieron hacia él, pero parecía estar aumentando el ritmo a causa de los ataques. Probé con un par de misiles, y el miedo poco a poco fue cambiando mientras lo veía seguir con su paso inexorable hasta mi. Estaba ya a menos de un par de metros, y una parte de mi parecía querer gritarle a la cara que terminara con el trabajo, que hiciera lo que le diera la gana.
Ira, rabia...eso era lo que necesitaba sacar, lo que debía usar para enfrentarme a él.
Levanté mis manos, que brillaban con fuerza, sin quitar la vista del elemental que movía su brillante “puño” hacia mi. Acumulé todo el poder que pude y lo dejé salir, sintiendo lo mismo que aquella primera vez en Ocaso. La explosión de magia arcana que siguió al movimiento de mis manos hicieron que el gigantesco conjunto de rocas temblara, interrumpiendo su movimiento y haciéndolo saltar levemente...mas no parecía haber sido suficiente.
Tras dar dos imponentes pasos hacia atrás, volvió a avanzar, intentando darme con otra de sus extremidades. Finté hacia un lado, tan rápido como pude...pero tropezándome con un resto de...prefiero no saber lo que era. Me incorporé a tiempo de ver la enorme roca a punto de darme. Levanté el escudo en un acto reflejo, pero ese día había gastado ya demasiadas energías en el uso de la magia, y las esquirlas de hielo volaron a mi alrededor, lanzándome nuevamente al piso. Me golpeé la cabeza contra el suelo y mi visión pareció nublarse por un momento.
Parpadeé varias veces, intentando enfocar la vista. El infernal ya no venía hacia mi, pues un grupo formado por tres elfos de sangre y un tauren estaban rodeándolo sin darle tregua.
Miré la escena unos segundos...hasta que escuché una nueva explosión y volví a recuperar la cordura. No podía pararme a mirar, ya lo había visto, tenía que estar atenta.
Me levanté, llevando una mano a la parte posterior de mi cabeza y notando el pelo húmedo. No importaba, nada importaba, tenía que seguir. Me doliera lo que me doliera, me pasara lo que me pasara, debía recordar que todo eso era mejor que la alternativa.
Comprobé lo que me rodeaba, dándome cuenta de que ya no quedaban tantos demonios por destruir, o al menos no parecían ser tantos como al principio. Volví a mirar al infernal, que empezaba a moverse con mayor lentitud, e ignorando el dolor del tobillo, comencé a lanzar orbes arcanos de pequeño tamaño a lo que parecían ser las separaciones de su pétreo cuerpo.
No me hacía mucho caso, pues salvo el tauren, el resto del grupo atacaban de cerca, esquivando, dando golpes para luego alejarse, golpeando con fuerza la poderosa roca...todo ello en una exhibición que parecía gritar la experiencia que tenían.
No podía evitar mirar a mi espalda entre cada ataque, vigilando que nada me atacase. La paranoia volvía a hacer presa de mi, pero ahora me era útil, pues en una de las ocasiones pude esquivar por poco la llama de un diablillo, que comenzaba a atacarme desde no muy lejos como si de un juego se tratara.
Escuché un gruñido a mi espalda, pero me concentré en eliminar al pequeño demonio, generando varias estalagmitas que lo atravesaron desde el suelo, dejando su cadáver sin apenas rozar el mismo.
Cuando me di la vuelta para retomar la pelea con el infernal, éste yacía ya en el suelo, mientras uno de los elfos de sangre comprobaba una herida del tauren...una herida que parecía haber sido producida por cierta llama.
Imité a mi amiga del principio, y me puse en camino hasta el siguiente demonio. Realmente parecían quedar muy pocos, y para mi sorpresa, por el mismo sitio que atravesara yo hacía no sabía cuanto, comenzaban a llegar más guerreros, magos, arqueros...luchadores, gente que quería enfrentarse a la legión...o que ya lo había hecho, pues su estado era similar al de los que ya estábamos en la colina.
No me entretuve, avancé como pude hacia un manáfago que intentaba atacar a un fusilero enano, volviendo a generar finas estalagmitas de hielo que acabaran con su vida.
El miedo ya no existía, solo el movimiento de mi cuerpo atacando. Seguí así, ayudando a otros grupos, y entendiendo pronto que haría más atacando con magia y acompañada, que sola. El objetivo era destruirlos, y mientras lo cumpliera, no importaba el modo.
No recuerdo cada golpe, ni recibido ni dado, o al menos no con exactitud. Solo recuerdo los gritos, el desagradable olor, el suelo temblando, mi cabeza girando en todas las direcciones, incluida el cielo, intentando prever el siguiente ataque.
En algún punto de ese caos, simplemente fuimos mayoría. Los demonios eran menos, y eso parecía notarse en los ánimos que reinaban. Los guerreros parecían esgrimir sus armas con más fiereza, los gritos que se escuchaban ya no eran solo de dolor, la rabia primaba, y toda esa energía me contagiaba.
Pero cuando parecía que íbamos a terminar con ellos, cuando ya podían incluso contarse y habían zonas libres de demonios, cuando los grupos de luchadores se arremolinaban al rededor de los que quedaban para eliminarlos al fin...entonces, se escuchó algo peor.
Esto no era como las gigantescas bombas llameantes que habían disminuido su ritmo de caída. Lo que se escuchó era destrucción pura, la tierra temblando, la gente gritando…
Había algo tras la torre que los que estábamos al otro lado no podíamos ver. De nuevo, el miedo; pero eso ya no me duraba tanto, parecía ser más un auto reflejo que nada más. Apreté los puños, fuera lo que fuera, haría lo mismo que con el resto. Lo enfrentaría, pasara lo que pasara.
Comencé a rodear la torre. No podía correr demasiado, pues el dolor en el tobillo derecho había empeorado, pero no me hizo falta rodearla del todo para empezar a ver lo que había.
Una cola, similar a la de un draenei pero nada natural, se movía al ritmo de unas patas demasiado grandes como para plantearse si quiera el acercamiento...aunque junto a ellas, cuerpos, sangre y gente que aún luchaba intentaban asestar un golpe, y algunos con precario éxito, lo conseguían.
El miedo volvió a hacer acto de presencia cuando mi visión captó el resto del cuerpo. Similar a un draenei, pero colosal, completamente forrado en acero, un ser que hacía ridículos al resto de los que había visto, destrozaba cuanto podía.
No perdí el tiempo, me acerqué cuanto creí necesario y comencé a atacar. A esas alturas, apenas podía lanzar orbes arcanos y alguna estalagmita que se veía absurda bajo ese ser. Proseguí con los orbes, intentando lanzarlos a la frente o manos, las partes menos protegidas.
La lucha parecía no terminar nunca. Había que permanecer en movimiento, y aunque yo trataba de mantenerme alejada, debía seguir al resto, acercarme lo suficiente como para seguir atacando e intentando esquivar lo que me llegara, manteniendo en control la zona, pues aunque los pocos demonios que quedaban estaban siendo atacados por otros, nunca se sabía lo que podía pasar, a dónde dirigiría su ataque aquel infernal, si habrían más diablillos, manáfagos...o peor aún, otro ser como el que intentaba atacar con las fuerzas que me quedaban.
Otra explosión sonó a mi espalda, pero ni siquiera miré. Toda mi concentración era para la abominación draenei que parecía comenzar a agotarse. Éramos muchos, pero aún así, también eran muchos los que perecían frente a mis ojos.
Me cerré a todo sentimiento de lástima, pensando solo en atacar, y cuando mis fuerzas flaqueaban, solo tenía que pensar en ese primer paladín, que para mi significaba mucho más.
Estábamos ganando, se podía ver. Ya no quedaban demonios menores, solo el grande.
Jadeaba con fuerza mientras intentaba seguir el ritmo al resto de luchadores, lanzando orbes arcanos a mansalva y generando pequeñas explosiones de magia arcana que no parecían hacerle realmente algo, pero allí lo que importaba era el conjunto, el grupo. Entre todos conseguíamos hacerle el daño necesario, se veía cada vez más debilitado, más herido, y eso me ayudaba a seguir.
Me atreví a acercarme más, intentando reducir distancia para aumentar mi potencia de ataque, demasiado debilitada ya...justo en el momento en que el ser lanzaba un ataque a la desesperada. Una especie de onda oscura volvía a hacerme volar por los aires, haciendo que mi mundo se oscureciera del todo al notar mi cabeza, mi cuerpo, golpeándose con más fuerza que nunca contra uno de los muros que rodeaban la torre.

Todo era oscuridad, un negro pozo de nada que parecía eliminar parcialmente el dolor...no podía pensar, solo existía en ese vacío...y me dejé llevar por él, agradecida.

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