Busqué
a mi alrededor, intentando encontrar un objetivo en el que
fijarme...aunque pronto descubriría que en plena guerra no puedes
centrarte solo en una cosa.
Otra
maga, aparentemente de batalla por su armadura, intentaba mantener
como podía un escudo de hielo mientras un ser similar al que había
visto desmembrando al grupo de hombres, arremetía contra ella.
Corrí
hacia allí, sujetando el bastón con ambas manos y buscando el mejor
punto para atacar. La espalda parecía despejada, pero era demasiado
grande para mi, tal vez…
Aproveché
la carrera para asestar un golpe en su pierna izquierda, usando la
fuerza del impulso. Casi se me disloca el hombro. El rojizo demonio
ni si quiera pareció notarlo, y la dureza de su armadura hizo que el
bastón no se me escapara por poco. Continué corriendo, sin
detenerme, hasta situarme tras el escudo de la maga. Me miró de
reojo, sin querer apartar la vista demasiado de su contrincante e
intentando mantener la concentración.
El
ser no parecía preocupado por el aumento de enemigos, y tras dar
otro poderoso golpe en la barrera, sujetó la espada con ambas manos
y la llevó hacia un lado, preparándose para tomar impulso y
terminar con el hielo que comenzaba a resquebrajarse. Aproveché el
momento, pues su hombro izquierdo carecía de armadura y en esa
posición...solo actué. Generé una estalagmita de hielo que se le
clavara con fuerza en el costado, mientras otra se adentraba en la
espalda descubierta que había visto antes.
El
demonio estaba ya herido de por si, su cabeza parecía haber sido
golpeada repetidas veces por uno de los lados, y su brazo derecho se
encontraba igual. El desagradable gruñido que siguió a mi ataque
nos indicó a ambas que los golpes habían sido suficientes como para
hacer que cayera sobre una rodilla. La gravedad hizo el resto, y tras
apartarnos de su trayectoria, sentimos la tierra temblar con su peso.
Miré
a mi compañera, por la fuerza de la costumbre, pero ésta se
encontraba ya corriendo hacia el siguiente demonio...mientras yo
salía disparada nuevamente hacia delante, a causa de otra explosión.
Esta
vez conseguí levantarme más rápido, aunque la caída había sido
más dura, escuchar la batalla a tu alrededor te hace darte más
prisa. Volví a buscar el bastón, y lo encontré...bajo el pie del
gigantesco infernal que venía hacia mi. Estúpidamente miré hacia
atrás. No, me miraba a mi.
Mi
primer impulso fue correr, entonces volví a recordar lo que me había
hecho frenar la primera vez. Yo estaba allí por una razón, y no iba
a dejar que el miedo me impidiera cumplir con lo que me proponía.
Afiancé
mi postura, mirando al infernal directamente y lancé un orbe arcano
que apenas lo hizo frenar un poco. Tres orbes más salieron hacia él,
pero parecía estar aumentando el ritmo a causa de los ataques. Probé
con un par de misiles, y el miedo poco a poco fue cambiando mientras
lo veía seguir con su paso inexorable hasta mi. Estaba ya a menos de
un par de metros, y una parte de mi parecía querer gritarle a la
cara que terminara con el trabajo, que hiciera lo que le diera la
gana.
Ira,
rabia...eso era lo que necesitaba sacar, lo que debía usar para
enfrentarme a él.
Levanté
mis manos, que brillaban con fuerza, sin quitar la vista del
elemental que movía su brillante “puño” hacia mi. Acumulé todo
el poder que pude y lo dejé salir, sintiendo lo mismo que aquella
primera vez en Ocaso. La explosión de magia arcana que siguió al
movimiento de mis manos hicieron que el gigantesco conjunto de rocas
temblara, interrumpiendo su movimiento y haciéndolo saltar
levemente...mas no parecía haber sido suficiente.
Tras
dar dos imponentes pasos hacia atrás, volvió a avanzar, intentando
darme con otra de sus extremidades. Finté hacia un lado, tan rápido
como pude...pero tropezándome con un resto de...prefiero no saber lo
que era. Me incorporé a tiempo de ver la enorme roca a punto de
darme. Levanté el escudo en un acto reflejo, pero ese día había
gastado ya demasiadas energías en el uso de la magia, y las
esquirlas de hielo volaron a mi alrededor, lanzándome nuevamente al
piso. Me golpeé la cabeza contra el suelo y mi visión pareció
nublarse por un momento.
Parpadeé
varias veces, intentando enfocar la vista. El infernal ya no venía
hacia mi, pues un grupo formado por tres elfos de sangre y un tauren
estaban rodeándolo sin darle tregua.
Miré
la escena unos segundos...hasta que escuché una nueva explosión y
volví a recuperar la cordura. No podía pararme a mirar, ya lo había
visto, tenía que estar atenta.
Me
levanté, llevando una mano a la parte posterior de mi cabeza y
notando el pelo húmedo. No importaba, nada importaba, tenía que
seguir. Me doliera lo que me doliera, me pasara lo que me pasara,
debía recordar que todo eso era mejor que la alternativa.
Comprobé
lo que me rodeaba, dándome cuenta de que ya no quedaban tantos
demonios por destruir, o al menos no parecían ser tantos como al
principio. Volví a mirar al infernal, que empezaba a moverse con
mayor lentitud, e ignorando el dolor del tobillo, comencé a lanzar
orbes arcanos de pequeño tamaño a lo que parecían ser las
separaciones de su pétreo cuerpo.
No
me hacía mucho caso, pues salvo el tauren, el resto del grupo
atacaban de cerca, esquivando, dando golpes para luego alejarse,
golpeando con fuerza la poderosa roca...todo ello en una exhibición
que parecía gritar la experiencia que tenían.
No
podía evitar mirar a mi espalda entre cada ataque, vigilando que
nada me atacase. La paranoia volvía a hacer presa de mi, pero ahora
me era útil, pues en una de las ocasiones pude esquivar por poco la
llama de un diablillo, que comenzaba a atacarme desde no muy lejos
como si de un juego se tratara.
Escuché
un gruñido a mi espalda, pero me concentré en eliminar al pequeño
demonio, generando varias estalagmitas que lo atravesaron desde el
suelo, dejando su cadáver sin apenas rozar el mismo.
Cuando
me di la vuelta para retomar la pelea con el infernal, éste yacía
ya en el suelo, mientras uno de los elfos de sangre comprobaba una
herida del tauren...una herida que parecía haber sido producida por
cierta llama.
Imité
a mi amiga del principio, y me puse en camino hasta el siguiente
demonio. Realmente parecían quedar muy pocos, y para mi sorpresa,
por el mismo sitio que atravesara yo hacía no sabía cuanto,
comenzaban a llegar más guerreros, magos, arqueros...luchadores,
gente que quería enfrentarse a la legión...o que ya lo había
hecho, pues su estado era similar al de los que ya estábamos en la
colina.
No
me entretuve, avancé como pude hacia un manáfago que intentaba
atacar a un fusilero enano, volviendo a generar finas estalagmitas de
hielo que acabaran con su vida.
El
miedo ya no existía, solo el movimiento de mi cuerpo atacando. Seguí
así, ayudando a otros grupos, y entendiendo pronto que haría más
atacando con magia y acompañada, que sola. El objetivo era
destruirlos, y mientras lo cumpliera, no importaba el modo.
No
recuerdo cada golpe, ni recibido ni dado, o al menos no con
exactitud. Solo recuerdo los gritos, el desagradable olor, el suelo
temblando, mi cabeza girando en todas las direcciones, incluida el
cielo, intentando prever el siguiente ataque.
En
algún punto de ese caos, simplemente fuimos mayoría. Los demonios
eran menos, y eso parecía notarse en los ánimos que reinaban. Los
guerreros parecían esgrimir sus armas con más fiereza, los gritos
que se escuchaban ya no eran solo de dolor, la rabia primaba, y toda
esa energía me contagiaba.
Pero
cuando parecía que íbamos a terminar con ellos, cuando ya podían
incluso contarse y habían zonas libres de demonios, cuando los
grupos de luchadores se arremolinaban al rededor de los que quedaban
para eliminarlos al fin...entonces, se escuchó algo peor.
Esto
no era como las gigantescas bombas llameantes que habían disminuido
su ritmo de caída. Lo que se escuchó era destrucción pura, la
tierra temblando, la gente gritando…
Había
algo tras la torre que los que estábamos al otro lado no podíamos
ver. De nuevo, el miedo; pero eso ya no me duraba tanto, parecía ser
más un auto reflejo que nada más. Apreté los puños, fuera lo que
fuera, haría lo mismo que con el resto. Lo enfrentaría, pasara lo
que pasara.
Comencé
a rodear la torre. No podía correr demasiado, pues el dolor en el
tobillo derecho había empeorado, pero no me hizo falta rodearla del
todo para empezar a ver lo que había.
Una
cola, similar a la de un draenei pero nada natural, se movía al
ritmo de unas patas demasiado grandes como para plantearse si quiera
el acercamiento...aunque junto a ellas, cuerpos, sangre y gente que
aún luchaba intentaban asestar un golpe, y algunos con precario
éxito, lo conseguían.
El
miedo volvió a hacer acto de presencia cuando mi visión captó el
resto del cuerpo. Similar a un draenei, pero colosal, completamente
forrado en acero, un ser que hacía ridículos al resto de los que
había visto, destrozaba cuanto podía.
No
perdí el tiempo, me acerqué cuanto creí necesario y comencé a
atacar. A esas alturas, apenas podía lanzar orbes arcanos y alguna
estalagmita que se veía absurda bajo ese ser. Proseguí con los
orbes, intentando lanzarlos a la frente o manos, las partes menos
protegidas.
La
lucha parecía no terminar nunca. Había que permanecer en
movimiento, y aunque yo trataba de mantenerme alejada, debía seguir
al resto, acercarme lo suficiente como para seguir atacando e
intentando esquivar lo que me llegara, manteniendo en control la
zona, pues aunque los pocos demonios que quedaban estaban siendo
atacados por otros, nunca se sabía lo que podía pasar, a dónde
dirigiría su ataque aquel infernal, si habrían más diablillos,
manáfagos...o peor aún, otro ser como el que intentaba atacar con
las fuerzas que me quedaban.
Otra
explosión sonó a mi espalda, pero ni siquiera miré. Toda mi
concentración era para la abominación draenei que parecía comenzar
a agotarse. Éramos muchos, pero aún así, también eran muchos los
que perecían frente a mis ojos.
Me
cerré a todo sentimiento de lástima, pensando solo en atacar, y
cuando mis fuerzas flaqueaban, solo tenía que pensar en ese primer
paladín, que para mi significaba mucho más.
Estábamos
ganando, se podía ver. Ya no quedaban demonios menores, solo el
grande.
Jadeaba
con fuerza mientras intentaba seguir el ritmo al resto de luchadores,
lanzando orbes arcanos a mansalva y generando pequeñas explosiones
de magia arcana que no parecían hacerle realmente algo, pero allí
lo que importaba era el conjunto, el grupo. Entre todos conseguíamos
hacerle el daño necesario, se veía cada vez más debilitado, más
herido, y eso me ayudaba a seguir.
Me
atreví a acercarme más, intentando reducir distancia para aumentar
mi potencia de ataque, demasiado debilitada ya...justo en el momento
en que el ser lanzaba un ataque a la desesperada. Una especie de onda
oscura volvía a hacerme volar por los aires, haciendo que mi mundo
se oscureciera del todo al notar mi cabeza, mi cuerpo, golpeándose
con más fuerza que nunca contra uno de los muros que rodeaban la
torre.
Todo
era oscuridad, un negro pozo de nada que parecía eliminar
parcialmente el dolor...no podía pensar, solo existía en ese
vacío...y me dejé llevar por él, agradecida.
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