sábado, 13 de agosto de 2016

El comienzo de la Lucha!

Agosto, 2016

Tras haber realizado una acción por la que seguramente me sentiría culpable más tarde, miré hacia el atronador portal que se alzaba en lo alto del cielo, y comencé a caminar en su dirección. Poco a poco mi paso aumentaba, como si algo tirara de mi hacia el caos que reinaba en la Colina del Centinela.
El andar se convirtió en trote, y éste en carrera. Sabía que estaba huyendo de todo, que debía seguir corriendo, que lo necesitaba.
Gigantescas bolas de fuego vil caían desde el cielo. Alcé mi vista sin variar la velocidad y vi la nave...incluso desde mi posición, se veía demasiado grande para ser real.
Me sentí increíblemente pequeña,increíblemente insignificante...pero seguí corriendo,porque la alternativa era darme la vuelta y enfrentar lo que había hecho,lo que había pasado...lo que no había hecho...
No,no podía enfrentarme a todo eso. Lo que estaba delante no era nada comparado con todo eso,así que,seguí caminando.
A medida que me acercaba los sonidos eran peores; gruñidos, gritos, golpes, destrucción...todos ellos me daban la bienvenida en una cacofonía que parecía presagiar algo peor que la muerte.
Jadeaba, notaba mi cansancio por el uso de la magia, pero nada de eso importaba. Había traído el bastón adecuado, pues sabía que querría usarlo más que cualquier hechizo. Necesita destrozar algo, sentir como se rompía uno de esos seres que habían...
Corrí más deprisa, ya casi estaba en la entrada norte, podía incluso divisar varios de esas enormes moles sobre los que tanto había leído, pero nada podría compararse jamás a verlos en persona. Me concentré en el más cercano, sin poder evitar que un escalofrío de puro terror ascendiera por mi columna al captar sus movimientos. La fuerza que emanaba de sus movimientos era indescriptible. Daba poderosas estocadas con su espada, moviéndose con brutalidad mientras podía imaginar cómo vibraría el suelo bajo sus pasos.
Había un paladín luchando contra él, junto a dos soldados de Ventormenta; luz por todas partes, y yo lo agradecía, llegando ya a la entrada de la colina, pero mientras el grupo se concentraba en su gigantesco adversario, un manáfago apareció en la escena como salido de ninguna parte. Mordió la pierna del paladín, que lanzó un horripilante chillido...no lo escuché desde mi posición, pero tampoco hacía falta. Mientras el horrendo can soltaba a su presa y mordía con saña la otra pierna, el gigantesco ser cercenó el torso y brazo de uno de los hombres. Nada regular, solo sangre y trozos...para luego clavar su espada en el tronco del paladín caído, de un solo tajo.
El soldado que quedaba salió corriendo. Dirigí mi horrorizada mirada hacia el manáfago que daba buena cuenta del paladín, y hacia el ser que había terminado con su vida. Apreté con fuerza el bastón, apurando aún más a mis piernas para que se apresurasen. Necesitaba llegar ahí, era para lo que había ido, necesitaba...
Una explosión me lanzó volando hacia la derecha. Rodé por el duro suelo, clavándome varias piedras por el camino mientras escuchaba el sonido de algo que se derrumbaba a mi izquierda. El bastón había salido volando en mi caída, pero mi vista estaba concentrada en el fuego vil que cubría la zona. Sin ese lado del muro la visión de la batalla era total para mi. Aún en el suelo, con las manos apoyadas pero sin incorporarme, observé estupefacta lo que sucedía delante. La escena anterior no era nada, estaba repetida en todo el lugar. Había cuerpos por todas partes, armas desechadas, trozos de armadura, manáfagos como el primero perseguían a una draenei que lanzaba flechas de cuando en cuando mientras continuaba con su frenética carrera.
No tuve tiempo para seguir mirando, pues uno de esos canes gruñó cerca, demasiado cerca...
Miré el origen del sonido, estaba a mi derecha, corriendo hacia mi. Me puse a cuatro patas, sin ahogar el quejido de dolor, mientras buscaba el bastón con desesperación. Estaba junto a los restos del muro, tras de mi. Otro gruñido, giré la cabeza y caí hacia detrás mientras lanzaba tres misiles arcanos, uno detrás del otro, intentando que el animal se alejara. Conseguí acertar con el primero, pero esquivó los otros dos. Giré sobre mi misma, incorporándome torpemente, casi cayendo de bruces hacia delante en mi prisa por llegar hacia el bastón. Lo escuchaba corriendo tras de mi, giré la cabeza y lancé un orbe arcano de tamaño medio que le impactó en pleno cráneo. Caí junto al bastón, girándome desde el suelo, y observé con pánico al can. Estaba muerto, yacía en el piso, con el cuello en una extraña posición.
Me quede unos segundos más junto a las ruinas, mirando el caos absoluto que era aquello. Del cielo seguían cayendo rocas cubiertas de fuego vil que estallaban en el piso, los ruidos se mezclaban unos con otros sin quedar ninguno claro, dejando un conjunto de gritos, explosiones, llanto...
Pensé en marcharme, por un momento pensé en darme la vuelta y huir con Mabel y Yara, lejos de allí, lejos de todo. Incluso me levanté y di un paso hacia atrás, pero entonces...entonces mi mirada captó a ese primer paladín...tenía ambas piernas destrozadas y desde la mitad de la espalda hasta la cabeza, partido a la mitad, convirtiendo su cuerpo en algo que apenas tenía forma...sobre esa sanguinolenta masa informe, cayó una humana de oscuras togas. Se limitó a levantarse y seguir corriendo en persecución de algo, o huyendo de algo...no pude fijarme porque en ese instante, mi vista no podía separarse de los restos del paladín. No podía dejar de mirarlo, porque algo en mi interior comenzó a preguntarse si él habría terminado del mismo modo. Tirado en una calle, destrozado, pateado por otros en medio de una lucha. Él y la niña podrían yacer así, como cáscaras inútiles, sin importarle a nadie. Ahora mismo, podría estar así.
Mis ojos comenzaron a humedecerse, pero corté el sentimiento. Había ido a luchar, había ido a vengarme, y lo haría. Me daba igual terminar como ese paladín, aplastada, mutilada, muerta...ya nada importaba. Solo había algo que aún merecía la pena...matar. Matarlos a todos, acabar con todos ellos como ellos habían hecho conmigo.
Sujeté el bastón con una fuerza muy distinta a la anterior, porque ahora no quería protegerme...ahora quería destrozar con él, sentir cómo se rompía la carne bajo mi mano.
Y lo haría...costara lo que costara, lo haría.


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