Agosto, 2016
Tras
haber realizado una acción por la que seguramente me sentiría
culpable más tarde, miré hacia el atronador portal que se alzaba en
lo alto del cielo, y comencé a caminar en su dirección. Poco a poco
mi paso aumentaba, como si algo tirara de mi hacia el caos que
reinaba en la Colina del Centinela.
El
andar se convirtió en trote, y éste en carrera. Sabía que estaba
huyendo de todo, que debía seguir corriendo, que lo necesitaba.
Gigantescas
bolas de fuego vil caían desde el cielo. Alcé mi vista sin variar
la velocidad y vi la nave...incluso desde mi posición, se veía
demasiado grande para ser real.
Me
sentí increíblemente pequeña,increíblemente insignificante...pero
seguí corriendo,porque la alternativa era darme la vuelta y
enfrentar lo que había hecho,lo que había pasado...lo que no había
hecho...
No,no podía enfrentarme a todo eso. Lo que estaba delante no era nada comparado con todo eso,así que,seguí caminando.
No,no podía enfrentarme a todo eso. Lo que estaba delante no era nada comparado con todo eso,así que,seguí caminando.
A
medida que me acercaba los sonidos eran peores; gruñidos, gritos,
golpes, destrucción...todos ellos me daban la bienvenida en una
cacofonía que parecía presagiar algo peor que la muerte.
Jadeaba,
notaba mi cansancio por el uso de la magia, pero nada de eso
importaba. Había traído el bastón adecuado, pues sabía que
querría usarlo más que cualquier hechizo. Necesita destrozar algo,
sentir como se rompía uno de esos seres que habían...
Corrí
más deprisa, ya casi estaba en la
entrada norte, podía incluso divisar varios de esas
enormes moles sobre
los que tanto había leído, pero nada podría compararse jamás a
verlos en persona. Me concentré en el más cercano, sin poder evitar
que un escalofrío de puro terror ascendiera por mi columna al captar
sus movimientos. La fuerza que emanaba de
sus movimientos era
indescriptible. Daba poderosas estocadas con su espada, moviéndose
con brutalidad mientras podía imaginar cómo vibraría el suelo bajo
sus pasos.
Había
un paladín luchando contra él, junto a dos soldados de Ventormenta;
luz
por todas partes, y yo lo agradecía, llegando
ya
a la entrada de la colina, pero mientras el grupo se concentraba en
su gigantesco adversario, un manáfago apareció en la escena como
salido de ninguna parte. Mordió la pierna del paladín, que lanzó
un horripilante chillido...no lo escuché desde mi posición, pero
tampoco hacía falta. Mientras el horrendo can soltaba a su presa y
mordía con saña la otra pierna, el gigantesco ser cercenó el torso
y brazo de uno de los hombres. Nada regular, solo sangre y
trozos...para luego clavar su espada en el tronco del paladín caído,
de un solo tajo.
El
soldado que quedaba salió corriendo. Dirigí mi horrorizada mirada
hacia el manáfago que daba buena cuenta del paladín, y hacia el ser
que había terminado con su vida. Apreté con fuerza el bastón,
apurando aún más a mis piernas para que se apresurasen. Necesitaba
llegar ahí, era para lo que había ido, necesitaba...
Una
explosión me lanzó volando hacia la derecha. Rodé por el duro
suelo, clavándome varias piedras por el camino mientras escuchaba el
sonido de algo que se derrumbaba a mi izquierda. El bastón había
salido volando en mi caída, pero mi vista estaba concentrada en el
fuego vil que cubría la zona. Sin ese lado del muro la visión de la
batalla era total para mi. Aún en el suelo, con las manos apoyadas
pero sin incorporarme, observé estupefacta lo que sucedía delante.
La escena anterior no era nada, estaba repetida en todo el lugar.
Había cuerpos por todas partes, armas desechadas, trozos de
armadura, manáfagos como el primero perseguían a una draenei que
lanzaba flechas de cuando en cuando mientras continuaba con su
frenética carrera.
No
tuve tiempo para seguir mirando, pues uno de esos canes gruñó
cerca, demasiado cerca...
Miré
el origen del sonido, estaba a mi derecha, corriendo hacia mi. Me
puse a cuatro patas, sin ahogar el quejido de dolor, mientras buscaba
el bastón con desesperación. Estaba junto a los restos del muro,
tras de mi. Otro gruñido, giré la cabeza y caí hacia detrás
mientras lanzaba tres misiles arcanos, uno detrás del otro,
intentando que el animal se alejara. Conseguí acertar con el
primero, pero esquivó los otros dos. Giré sobre mi misma,
incorporándome torpemente, casi cayendo de bruces hacia delante en
mi prisa por llegar hacia el bastón. Lo escuchaba corriendo tras de
mi, giré la cabeza y lancé un orbe arcano de tamaño medio que le
impactó en pleno cráneo. Caí junto al bastón, girándome desde el
suelo, y observé con pánico al can. Estaba muerto, yacía en el
piso, con el cuello en una extraña posición.
Me
quede unos segundos más junto a las ruinas, mirando el caos absoluto
que era aquello. Del cielo seguían cayendo rocas
cubiertas de fuego vil
que estallaban en el piso, los ruidos se mezclaban unos con otros sin
quedar ninguno claro, dejando un conjunto de gritos, explosiones,
llanto...
Pensé
en marcharme, por un momento pensé en darme la vuelta y huir con
Mabel y Yara, lejos de allí, lejos de todo. Incluso me levanté y di
un paso hacia atrás, pero entonces...entonces mi mirada captó a ese
primer paladín...tenía ambas piernas destrozadas y desde la mitad
de la espalda hasta la cabeza, partido a la mitad, convirtiendo su
cuerpo en algo que apenas tenía forma...sobre esa sanguinolenta masa
informe, cayó una humana de oscuras togas. Se limitó a levantarse y
seguir corriendo en persecución de algo, o huyendo de algo...no pude
fijarme porque en ese instante, mi vista no podía separarse de los
restos del paladín. No podía dejar de mirarlo, porque algo en mi
interior comenzó a preguntarse si él habría terminado del mismo
modo. Tirado en una calle, destrozado, pateado por otros en medio de
una lucha. Él y la niña podrían yacer así, como cáscaras
inútiles, sin importarle a nadie. Ahora mismo, podría estar así.
Mis
ojos comenzaron a humedecerse, pero corté el sentimiento. Había ido
a luchar, había ido a vengarme, y lo haría. Me daba igual terminar
como ese paladín, aplastada, mutilada, muerta...ya nada importaba.
Solo había algo que aún merecía la pena...matar. Matarlos a todos,
acabar con todos ellos como ellos habían hecho
conmigo.
Sujeté
el bastón con una fuerza muy distinta a la anterior, porque ahora no
quería protegerme...ahora quería destrozar con él, sentir cómo se
rompía la carne bajo mi mano.
Y
lo haría...costara lo que costara, lo haría.
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