miércoles, 25 de mayo de 2016

Llegando por todo lo alto!

Mayo, 2016

La despedida con "La Rubia"...bueno, no creo que haga falta decir lo mucho que voy a extrañarlas tanto a ella como a "La Capitana"...


Se quedarán en Darnassus mientras yo sigo con el resto de tripulantes y con los hombres del "Señor del Parche en el Ojo"...claramente me alegra que ellas se hayan quedado, y no solo por esos cinco meses de embarazo que harían la travesía una locura, sino porque no me fío nada de ese grupo. Entiendo que "El Mudo" los haya contratado, pese a lo que hablamos, pero eso de que se hayan unido tantos miembros de esa especie de secta de moteros que tienen...creo que estaría loca si no desconfiara aunque fuera un poco.


El viaje hasta Rasganorte no fue lo que se dice tranquilo...y no lo digo por esas clases de tiro que ponían en peligro el precioso buque de guerra nuevo, ni por el temporal que nos golpeó con fuerza durante casi todo el trayecto...lo peor vino tras una deliciosa comida preparada por nuestro cocinero.
No nos dio tiempo a hacer la digestión, pues cuando menos lo esperábamos escuchamos un fuerte golpe, gritos, y de repente el timonel estaba diciéndonos que habíamos chocado y el barco se iba a pique. Apenas nos dio tiempo a tomar lo necesario y salir de allí en los botes. En ese momento me alegré más que nunca del protocolo para naufragios, de llevar siempre mi mochila puesta durante los viajes, y de ir preparada para lo peor...aunque quizás no tan preparada.
Solté a las monturas, para darles una oportunidad y tras comprobar que todos habían embarcado, abandoné el navío...


El mal tiempo no ayuda en estos casos, y a parte de mojarme un poco (aunque apenas) se me abrió el petate que había tomado en el último momento, entregando de este modo, toda la comida que almacenaba, al poderoso mar.
Pero podría haber sido peor..."La bardo", que sorprendentemente está en esta extraña secta del "Señor del Parche en el ojo", terminó completamente empapada, y eso en el mar de Rasganorte son palabras mayores.
Diría que lo peor fue el naufragio, mas éste me pareció un paseo por un prado de margaritas en comparación con los acantilados que bordeaban prácticamente todos los lados de la isla en la que habíamos terminado. Y cuando el mar se ha llevado parte de tu equipo, sortear a la madre naturaleza no es tarea fácil.


"El Señor del Parche en el ojo" y "El Señor Pecoso" (aunque con su edad tal vez debería decir "Señorito") subieron como pudieron hasta uno de los salientes, intentando hallar el modo de alcanzar la cima...mientras "La Criomante" (esposa del tuerto) y yo, instábamos al resto a pasar por el portal que habíamos abierto hasta uno de los salientes superiores, del que alcanzábamos a ver el firme suelo.
Saludamos a los dos exploradores desde arriba, y tras ayudarlos a subir...bueno, realmente fueron horas, y horas, y horas de acantilados...


Cada tramo parecía ser más peligroso que el anterior, y la salida de aquel infernal lugar se veía más y más lejana. El frío atenazaba nuestros músculos, la dura roca cortaba nuestra piel, y por cada saliente que alcanzábamos se descubrían dos más frente a nosotros.
Aunque el peor tramo fue sin duda el de las caídas. Primero fue "El Señor del Parche en el ojo", intentó saltar para alcanzar el otro lado del acantilado y llegar hasta "El Señor Pecoso", mas debió calcular mal y vimos con impotencia su  descenso hacia las heladas aguas del fondo. Por suerte (espero) pudo llegar hasta una diminuta orilla prácticamente a nuestros pies, saliendo del agua completamente congelado.
Sin más dilación, me teleporté hacia el saliente al que había conseguido subir a fuerza de voluntad, y gracias a que estaba a poca altura, ayudándolo a alcanzar la mano que le tendía su pecoso compañero. Yo no acepté su ayuda, pues con mi tamaño dudaba alcanzarlo...e hice bien, ya que el tuerto no fue el único en darse un refrescante chapuzón.


"La Criomante" cayó también en las heladas aguas, seguida por "La Bardo", quien me demostró con ese salto su lealtad hacia la primera; punto para ella.
Las ayudé también a subir, aunque a "La Bardo" tuve que agarrarla por la cintura y tirando de voluntad y más, obligarla a ser la primera en tomar la mano que la dejaría en el saliente superior. Me alegra haber podido hacerlo, porque no pensaba subir primero...
A partir de ese momento, en mi mente ya no estaba el objetivo de alcanzar una salida, sino el de sacar a "La Criomante" de allí y llevarla hasta un lugar seguro donde pudiera entrar en calor, pues la mujer tenía más pinta de muerta que la propia "Dama de la Muerte".


Intentaron secarse como pudieron, y tras mucho pensar, decidimos usar la magia de ambas, cuando ella se sintió mejor, para alcanzar la otra orilla...que estaba llena de escarpados salientes, por supuesto, pero al menos podríamos seguir avanzando.
Lo logramos, aunque en el tramo final de esa odisea de salientes, "El Señor del Parche en el ojo" terminó adoptando su forma huargen no solo por las garras sino por el pelaje...aún recuerdo cuando me negó en Feralas que lo fuera, afirmando tener a un joven huargen que luchaba por él...segunda mentira descarada, y todavía tiene el cinismo de parecer sorprendido frente a nuestra desconfianza.


Eludimos una caída bastante mortal, seguimos con el mismo proceso de ayudarnos a alcanzar el saliente siguiente mientras nuestro peludo compañero trepaba con sus garras, hasta que finalmente vislumbramos la orilla, una orilla claramente distinta a la que habíamos alcanzado con los botes, aunque francamente, opino que de haber sido la misma orilla nos habríamos sentido igual de agradecidos por salir de esos acantilados.



Intentamos decidir que hacer, pues el recibimiento no había sido el esperado; a lo lejos se podía observar un asentamiento Horda, y una maravillosa lluvia de flechas cayó lejos nuestro, pero en la misma orilla a fin de cuentas.
Tras mucho darle vueltas, optamos por aprovechar el cambio de guardia para correr por la costa, hasta llegar a...donde fuera, y así lo hicimos. Escuchamos un estruendoso cuerno, y tras aceptar que se tratara de un ataque o un cambio de guardia, lo mejor era largarse, eso hicimos.


"El Señor del Parche en el Ojo" cargó con su desfallecida esposa y juntos corrimos como si nos persiguiera el mismísimo Arthas.
Llegamos hasta el final de la extraña playa, y enfrente, pudimos ver a varios miembros de la Horda, supongo yo, dejando la costa paralela. Esperamos un tiempo prudencial y el tuerto decidió ir a inspeccionar...si no hubiera estado tan preocupada por "La Criomante" lo mismo habría mirado a ver si nadaba en plan perrito, o le habría lanzado un palo al agua, a ver si lo pillaba.


No consiguió un bote, pero si un madero bastante estable con el que cruzamos por turnos hasta la orilla siguiente. Allí, a parte de intentar que la mujer entrara en calor, tanto  "El Señor Pecoso" como el huargen, rebuscaron por la zona en busca de nuevas ropas...ha sido una verdadera lástima no tener mi cámara a mano, para poder inmortalizar tan maravilloso momento y enseñárselo a las chicas...


Continuamos, agotados como estábamos pero determinados a llegar hasta un lugar seguro. "El Señor del Parche en el Ojo" pudo orientarse con las estrellas, y mientras yo comprobaba mi mapa para intentar ubicarme, me esforzaba por estar alerta ante posibles amenazas.
Estábamos en la Tundra Boreal, hogar de numerosas bestias y peligros diversos...y nosotros estábamos ya en las últimas. Es en momentos como ese cuando agradezco lo ocurrido, pues odiaría dejar ver ciertas cosas, por normales y comprensibles que sean...


Por suerte para nosotros (finalmente) divisamos a lo lejos la Fortaleza Denuedo. No se el resto, pero mis fuerzas parecieron volver en cuanto vi la fortificada estructura. Nos apresuramos a llegar hasta ella, pues la promesa de un plato caliente junto al crepitante fuego era demasiado tentadora en nuestro estado.


Atendimos a "La Criomante", la mayoría se fueron a descansar y yo me quedé disfrutando de una deliciosa cena junto al tuerto y su esposa.  Aún así, mi descanso no fue muy largo, pasé la mayor parte de la noche haciendo preparativos para reponer las pérdidas causadas por el naufragio, tanto las concernientes al viaje en cuestión como el resto. Dormí unas cuatro horas a lo sumo, por la mañana, aunque eso es ya un hábito adquirido, al menos mientras estoy de viaje.


Ahora me encuentro sentada en la posada, en la planta baja. Acabo de terminar un suculento desayuno y tras mandar al mago de nuestra tripulación, "Don Pantalones Caídos", en busca de un barco que nos recoja en el este del continente, me dispongo a conseguir todo lo necesario para que este dichoso viaje vuelva a tener cierta organización.
Definitivamente, no ha sido el mejor comienzo...

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