lunes, 28 de diciembre de 2015

Dejándo los Páramos con Tristeza!

XX-12-15

Al amanecer, tras encargarme de mi montura, partí de inmediato hacia "Arroyo de la Luna".

En mi camino hacia allí, por poco soy engullida por uno de los remolinos que abundan por la zona. Desde luego, es mucho más seguro tratar de mantenerse dentro de los caminos.




Tras llegar al pequeño campamento situado en las cercanías de lo que debía ser un pueblo, me quedó claro que no iba a encontrar allí nada de lo esperado. El lugar es como una ciudad fantasma...solo que llena de gente destruida. Si alguna vez hubo un arroyo, hoy en día no queda rastro alguno de él.
Mendigos y estafadores llenan las calles de esa villa de desesperanza. Pero no solo ellos rondan el lugar, al entrar en algunos edificios, me percaté de la presencia de lo que parecían ser bandidos. Al intentar hablar con un panameño, que parecía encontrarse en bastante mal estado, uno de estos hombres, se me acercó amenazadoramente, instándome a que me marchase. Al no hacerle caso, sacó una daga e intentó clavármela.
No soy una asesina, pero eso no significa que vaya a dejarme matar, o que no luche cuando es necesario.


Se que para muchos no existe diferencia, pero para mi si...o al menos eso intento creer.
Tras acabar con el matón, el panameño se animó a hablar, y lo que me contó me dejó de piedra.
Historias terribles sobre bandas de bandidos, piratas...y no solo eso. Por lo visto hace un tiempo, en esa misma zona, una caravana de la alianza, cuyo objetivo era el mismo que el mío, ayudar, tuvo serios problemas allí. El hombre incluso me habló de una enana, una tal Gertrudis, que se dedicaba a "sanar" a los desesperados habitantes, con terribles consecuencias...
Me enfrenté a cuantos matones vi, pero muchos corrieron a refugiarse a uno de los edificios. Cuando me disponía a seguirlos, uno de los panameños a los que ayudé me detuvo, advirtiéndome que tras esas puertas se esconden unas minas, conocidas como "Las Minas de la Muerte"; aseguró que estaban plagadas de bandidos y otras criaturas aún más peligrosas...aunque también más gente sin hogar que malvive en su interior.
Decidí no arriesgarme y hablar con el Capitán Alpert, el encargado del minúsculo destacamento asentado en la zona. Tras contarle los hechos, me dijo que estaban enterados, y que planeaban adentrarse pronto en las minas para tratar de ayudar.



Le pedí que me avisara cuando eso sucediera, para prestarles mi ayuda. Él afirmó hacerlo, pero no estoy convencida de que cumpla. Esta gente parece estar hastiada de la situación, al igual que los panameños, lo que me ha hecho pensar en lo injustamente que deben ser tratados, ellos, que no hacen más que cumplir órdenes.
Planeo teletransportarme de inmediato a Ventormenta. Por suerte, junto al camino que lleva al "Arroyo de la Luna" he visto un pequeño estanque, lo suficientemente oculto como para asearme lejos de miradas indeseadas.


No se cuándo vuelva a pisar estas tierras...tampoco puedo decir que me vaya con el mismo sentimiento satisfactorio que me acompañó en mis otros viajes.
El recuerdo que me quedará de "Páramos de Poniente" es el de una tierra en ruinas, sin la ayuda necesaria para salir adelante...

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