lunes, 15 de febrero de 2016

Limpiando el granero!

Febrero, 2016

Hoy he regresado definitivamente a mi casa, en Bosque del Ocaso. Me da igual si Milbus sigue por la zona, que venga a buscarme si quiere, no conseguirá nada de mi...


Me levanté temprano, decidida a limpiar el granero a fondo, el pobre Shei no puede quedarse una noche más en esas condiciones. Parece muy contento de poder estar en Azeroth, conmigo, pero yo no dejo de pensar en la vida que tenía en Valle Sombraluna...estuvo allí toda su vida, y por muy alegre que parezca siempre, se que a veces debe extrañar su hogar.
Lo dejé frente al edificio, pues le encanta entretenerse persiguiendo ratas y gallinas...me da pena de esos pobres bichos que terminan medio infartados con sus juegos, pero al menos así pude limpiar tranquila.


Me llevó toda la mañana adecentar el lugar, pero mereció la pena. Pensaba contratar a alguien que se encargara de mantener el granero limpio, el abrevadero lleno y el alimento de Shei siempre en orden, pero creo que voy a tener que hacerlo por mi cuenta, aunque acabe rendida...sigo pensando en adquirir una de esas motos con sidecar, y no salen precisamente baratas. Mi Abuela me dejó todos sus ahorros, y tras ayudar a varias personas en mis viajes, sumado a los trabajitos que he hecho, podría mantenerme bastante bien, pero creo que es mejor no arriesgarse, me gusta tener siempre una generosa cantidad guardada, por lo que pueda surgir.



Tras salir del granero, con ganas de cambiarme el sucio atuendo, me fijé en la cabaña que está tras el edificio. Cuando pequeña, mi Abuela me decía que ese era su lugar de trabajo, ahí realizaba sus pociones y remedios, y que no debía entrar si no quería terminar muerta...tal cual.
Entonces recordé mi promesa para con "La Rubia", le había dicho que miraría entre las pertenencias de mi Abuela para ver si hallaba algo que pudiese ayudar a su huargen...así pues, emprendí el camino hasta llegar a la cabaña. Lo que más me sorprendió fue que las plantas que cultivaba allí, aún tras su muerte, siguieran tan perfectas como siempre, pero no quise entretenerme en nimiedades y tras lograr romper el candado, entré.


Prendí el fuego en la chimenea con un giro de muñeca y observé la prohibida estancia. No esperaba encontrar gran cosa, pues a diferencia del cobertizo en El Cerro del Cuervo, ahí no sentía magia alguna.
Revisé los frascos, pero todos estaban sin etiquetar, aunque parecían ser distintos. Junto a la puerta estaba su viejo rifle, como siempre, mas extrañamente cubierto de polvo. Es curioso, pero ver esa arma sin usar, acumulando suciedad en un rincón, me hizo más consciente de la muerte de mi Abuela que cualquier otra cosa.


Lo que si me sorprendió fue la mesa que está junto a la puerta...un cúmulo de carne podrida seguía descomponiéndose encima, rodeada de pequeñas moscas, pero extrañamente inodora. Me bajé el pañuelo que había usado al limpiar el granero, para no respirar el polvo, pero seguía sin llegarme olor alguno.
No me entretuve demasiado allí...cerré la puerta, procurando que pareciera estar asegurada y me fui a cambiar. Decidí pasar un rato más con Shei, distraerme un poco, por lo que me dirigí al pequeño riachuelo en el que jugaba de niña...últimamente voy mucho a ese lugar, no se si es para recordar la feliz ignorancia de la infancia, o para entender lo distinta que me siento yendo ahora...

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